sábado, 25 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
LA MACABRA PROCESIÓN DE LAS HORMIGAS
Hay personas que lo han visto y aseguran que se trata de uno de los comportamientos del mundo animal más extraños que se conocen. De repente, una hormiga sale del hormiguero y comienza a dar vueltas en círculos. Acto seguido se incorporan otras hormigas que siguen a la primera como hipnotizadas. Todas ellas no dejan de moverse en círculos y cada individuo sigue al que tiene delante. Así pueden llegar a reunirse miles y hasta millones de hormigas que abandonan sus tareas cotidianas para unirse a la macabra procesión y dar vueltas sin cesar hasta que… mueren.
Foto: Pavel Vorobiev
Este comportamiento fue descrito por primera vez por el naturalista estadounidense Charles William Beebe, quien en 1921 observó una espiral de hormigas de 365 metros de longitud y en la que los insectos tardaban más de dos horas en dar una vuelta completa. Según Beebe, esta espiral "duró más de dos días y el número de cadáveres aumentaba rápidamente. La mayor parte de las hormigas murieron exhaustas, de tanto caminar, o por aplastamiento. Pero hubo algunas que lograron escapar de la mortal trampa”
Algunos expertos creen que este insólito comportamiento en masa podía deberse a un enigmático fenómeno de reacciones químicas en cadena. Como las hormigas son prácticamente ciegas, parece ser que se siguen unas a otras atraídas por las feromonas o sustancias olorosas secretadas y transmitidas al medio mediante las glándulas que estos insectos poseen en el abdomen. La clave del misterio podría residir en averiguar por qué la hormiga que inicia esta funesta marcha tiene un fallo en su sistema de comunicación olfativo
Finalmente, conviene aclarar que no estamos ante un suicidio colectivo porque, aunque mueren, las hormigas no son conscientes de su final y no lo escogen voluntariamente.
jueves, 23 de junio de 2011
LA TELEVISIÓN DE LA CIENCIA
Nace un canal de televisión español por Internet sobre divulgación científica
La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) ha puesto en marcha 'Fecyt TV', un canal de televisión online que difunde y produce información de actualidad científica e interés social entre el gran público. Este proyecto surge tras el análisis de las necesidades de conocimiento científico que se desprenden de la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia, según la cual, el interés de los españoles por este tema ha crecido un 36 por ciento en 2010.
El nuevo canal de televisión nace, según Lourdes Arana, directora general de Fecyt, con vocación de servicio público, además de con el objetivo de crear una herramienta con la que las distintas instituciones den a conocer sus investigaciones. 'Fecyt TV' también pretende, añade Arana, reflejar los trabajos de la comunidad científica española, los hallazgos científicos de relevancia internacional y las novedades de interés para el sector. Asimismo, incluye espacios de debate, análisis, entrevistas y un apartado especial denominado “Ciencia en las aulas” que incorpora vídeos de carácter didáctico orientados a profesores y estudiantes.
Secciones
- Divulgación Científica: Espacio que alberga vídeos de carácter divulgativo.
- Noticias SINC: Incluye las novedades más destacadas de la Agencia SINC, con noticias de actualidad de todas las áreas científicas.
- Actualidad FECYT: Recoge las principales actividades de la Fundación en todos sus campos de actuación.
- Ciencia en las aulas: Espacio para profesores y alumnos en el que se integrarán contenidos didácticos sobre distintos temas, como la nanotecnología y la biodiversidad entre otros.
- Innovación: Incluye contenidos audiovisuales sobre temas de innovación.
- Con nombre propio: Espacio dedicado a las entrevistas, a profundizar en personajes y equipos de científicos que están de actualidad
.- Debates: Espacio a cargo del grupo GISME en el que se tratan temas científicos de interés social.
Para más información en http://www.fecyt.tv/
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jueves, 16 de junio de 2011
¿QUÉ OCURRE EN EL CEREBRO CUANDO SE PIERDE LA CONSCIENCIA?
Se observan por primera vez los cambios producidos en nuestro órgano más asombroso mientras hace efecto un fármaco anestésico
Fig. 1
Fig. 2
Fig. 3
Susan Greenfield es una neurocientífica eminente de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Lleva muchos años investigando los efectos de las drogas psicotrópicas, del envejecimiento y del ambiente sobre el cerebro. Estos variados intereses, que giran en torno al núcleo fundamental de todo ser y estar en el mundo, le han llevado, en última instancia, a interesarse por la consciencia, una de más asombrosas y complejas facultades de la mente, y un enigma, probablemente el mayor misterio tanto en ciencia como en filosofía.
La consciencia es un concepto que entendemos intuitivamente, pero que muy difícil de describir adecuadamente en palabras. Haciendo un esfuerzo de síntesis, se puede decir que consciencia es tener sensaciones, el estado subjetivo de apercibir algo, sea dentro o fuera de nosotros mismos. Es un atributo exclusivo del ser humano, pues probablemente seamos las únicas criaturas terrestres que somos conscientes de que somos conscientes
Se sabe que la consciencia no es un fenómeno todo-o-nada, sino que existen diversos niveles de consciencia. Y la transición de la pérdida de consciencia a la consciencia no es simplemente un cambio de una inactividad a una actividad neuronal, sino que supone una modificación en lo que hacen las neuronas, algo que hoy por hoy es desconocido. Todos estos resultados indican que la consciencia es un producto de la actividad cerebral, pero que muchas de las actividades de las neuronas cerebrales no van acompañadas de consciencia. Los neurocientíficos se encuentran lejos de comprender el salto que supone pasar de la actividad neuronal del cerebro a la experiencia de la consciencia.
Susan Greenfield es una neurocientífica eminente de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Lleva muchos años investigando los efectos de las drogas psicotrópicas, del envejecimiento y del ambiente sobre el cerebro. Estos variados intereses, que giran en torno al núcleo fundamental de todo ser y estar en el mundo, le han llevado, en última instancia, a interesarse por la consciencia, una de más asombrosas y complejas facultades de la mente, y un enigma, probablemente el mayor misterio tanto en ciencia como en filosofía.
La consciencia es un concepto que entendemos intuitivamente, pero que muy difícil de describir adecuadamente en palabras. Haciendo un esfuerzo de síntesis, se puede decir que consciencia es tener sensaciones, el estado subjetivo de apercibir algo, sea dentro o fuera de nosotros mismos. Es un atributo exclusivo del ser humano, pues probablemente seamos las únicas criaturas terrestres que somos conscientes de que somos conscientes
Se sabe que la consciencia no es un fenómeno todo-o-nada, sino que existen diversos niveles de consciencia. Y la transición de la pérdida de consciencia a la consciencia no es simplemente un cambio de una inactividad a una actividad neuronal, sino que supone una modificación en lo que hacen las neuronas, algo que hoy por hoy es desconocido. Todos estos resultados indican que la consciencia es un producto de la actividad cerebral, pero que muchas de las actividades de las neuronas cerebrales no van acompañadas de consciencia. Los neurocientíficos se encuentran lejos de comprender el salto que supone pasar de la actividad neuronal del cerebro a la experiencia de la consciencia.
Un modo muy interesante de acercarse al entendimiento de la consciencia es el de averiguar cómo funcionan las anestesias, esto es, el de comprender cómo ciertas sustancias químicas apagan el interruptor de la consciencia. ¿A qué diana apuntan esas sustancias? ¿Qué procesos provocan, cuáles interrumpen? La relación entre activación cerebral y consciencia es un apasionante campo de estudio.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Manchester (Reino Unido), dirigido por Brian Pollard, ha sido capaz de observar lo que ocurre en el cerebro cuando se pierde la consciencia. Gracias a una sofisticada tecnología (fig. 1), denominado Tomografía de obstrucción eléctrica funcional mediante respuesta suscitada (fEiter, por sus siglas en inglés), que permite obtener imágenes en alta velocidad y monitorizar la actividad bioeléctrica cerebral profunda simultáneamente, se ha podido registrar una película en 3D de los cambios producidos en el cerebro de una persona mientras hace efecto un fármaco anestésico (fig. 2).
El testimonio visual obtenido (fig. 3) muestra que el cerebro no tiene un interruptor de consciencia que se apaga al anestesiar a una persona. Revela asimismo que la pérdida de consciencia durante la anestesia supone un cambio en la actividad bioeléctrica profunda del cerebro, modificando las reacciones de algunas neuronas y dificultando la comunicación entre las diferentes partes de dicho órgano. A juicio de Pollard, estos descubrimientos apoyan la hipótesis planteada por Susan Greenfield sobre la naturaleza misma de la consciencia. Según ella, “está formada por diferentes grupos de células cerebrales que trabajan juntas de forma eficiente o no dependiendo de la disponibilidad de estímulos sensoriales". En este sentido, la consciencia no sería, como tiende a pensarse, "un conmutador que se enciende o apaga, sino una transición progresiva en el estado neuronal". Así, cuando una persona es anestesiada "parece que los grupos neuronales o no trabajan bien juntos o inhiben la comunicación con otros grupos", según Pollard. Éste plantea que "la inconsciencia puede ser el resultado de uniones inhibidoras de la comunicación en la corteza cerebral".
Para este investigador, la nueva técnica de exploración cerebral tiene un brillante futuro por delante. “Nos permitirá comprender mejor la anestesia, la sedación y la inconsciencia, aunque lo más probable es que su principal aportación a la Medicina se encuentre en el diagnóstico de cambios cerebrales ocurridos, por ejemplo, por traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares y demencias".
Un grupo de investigadores de la Universidad de Manchester (Reino Unido), dirigido por Brian Pollard, ha sido capaz de observar lo que ocurre en el cerebro cuando se pierde la consciencia. Gracias a una sofisticada tecnología (fig. 1), denominado Tomografía de obstrucción eléctrica funcional mediante respuesta suscitada (fEiter, por sus siglas en inglés), que permite obtener imágenes en alta velocidad y monitorizar la actividad bioeléctrica cerebral profunda simultáneamente, se ha podido registrar una película en 3D de los cambios producidos en el cerebro de una persona mientras hace efecto un fármaco anestésico (fig. 2).
El testimonio visual obtenido (fig. 3) muestra que el cerebro no tiene un interruptor de consciencia que se apaga al anestesiar a una persona. Revela asimismo que la pérdida de consciencia durante la anestesia supone un cambio en la actividad bioeléctrica profunda del cerebro, modificando las reacciones de algunas neuronas y dificultando la comunicación entre las diferentes partes de dicho órgano. A juicio de Pollard, estos descubrimientos apoyan la hipótesis planteada por Susan Greenfield sobre la naturaleza misma de la consciencia. Según ella, “está formada por diferentes grupos de células cerebrales que trabajan juntas de forma eficiente o no dependiendo de la disponibilidad de estímulos sensoriales". En este sentido, la consciencia no sería, como tiende a pensarse, "un conmutador que se enciende o apaga, sino una transición progresiva en el estado neuronal". Así, cuando una persona es anestesiada "parece que los grupos neuronales o no trabajan bien juntos o inhiben la comunicación con otros grupos", según Pollard. Éste plantea que "la inconsciencia puede ser el resultado de uniones inhibidoras de la comunicación en la corteza cerebral".
Para este investigador, la nueva técnica de exploración cerebral tiene un brillante futuro por delante. “Nos permitirá comprender mejor la anestesia, la sedación y la inconsciencia, aunque lo más probable es que su principal aportación a la Medicina se encuentre en el diagnóstico de cambios cerebrales ocurridos, por ejemplo, por traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares y demencias".
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viernes, 3 de junio de 2011
EL “GUSANO DEL DIABLO” SURGE DE LAS PROFUNDIDADES
Descubierta vida a más de tres kilómetros bajo tierra
El nuevo descubrimiento es excitante y podría ayudar a entender a los expertos en astrobiología cómo podría ser la vida alienígena. El hallazgo, sin embargo, no procede de ningún meteorito. Se ha producido aquí, en nuestro mundo, aunque no por ello es menos espectacular. Se trata de una nueva y extraña criatura, una nueva forma de mantenerse vivo que desafía gran parte de lo que se creía saber hasta ahora sobre el complejo y delicado proceso bioquímico que conocemos como “vida terrícola”.
Investigadores de las Universidades de Ghent y Princeton, en Bélgica y en Estados Unidos respectivamente, han descubierto unos gusanos -uno de ellos es una nueva especie, a la que han llamado Halicephalobus mesphisto, en referencia a Mefistófeles, "aquel que no ama la luz" y que representa "al demonio, rey del mundo subterráneo", un subordinado de Satanás, que viven en uno de los lugares más inhóspitos y recónditos de nuestro Planeta. Estas increíbles criaturas tienen su hogar de 0,9 a 3,6 kilómetros por debajo de la superficie terrestre, en unas minas de oro de Sudáfrica, donde la oscuridad es perpetua, la presión elevada, el oxígeno es inexistente y las temperaturas pueden alcanzar los 48 grados centígrados. El ambiente es tan hostil que puede decirse que la existencia de estos seres se desarrolla “en el límite de la vida tal como la conocemos
El nuevo descubrimiento es excitante y podría ayudar a entender a los expertos en astrobiología cómo podría ser la vida alienígena. El hallazgo, sin embargo, no procede de ningún meteorito. Se ha producido aquí, en nuestro mundo, aunque no por ello es menos espectacular. Se trata de una nueva y extraña criatura, una nueva forma de mantenerse vivo que desafía gran parte de lo que se creía saber hasta ahora sobre el complejo y delicado proceso bioquímico que conocemos como “vida terrícola”.
Investigadores de las Universidades de Ghent y Princeton, en Bélgica y en Estados Unidos respectivamente, han descubierto unos gusanos -uno de ellos es una nueva especie, a la que han llamado Halicephalobus mesphisto, en referencia a Mefistófeles, "aquel que no ama la luz" y que representa "al demonio, rey del mundo subterráneo", un subordinado de Satanás, que viven en uno de los lugares más inhóspitos y recónditos de nuestro Planeta. Estas increíbles criaturas tienen su hogar de 0,9 a 3,6 kilómetros por debajo de la superficie terrestre, en unas minas de oro de Sudáfrica, donde la oscuridad es perpetua, la presión elevada, el oxígeno es inexistente y las temperaturas pueden alcanzar los 48 grados centígrados. El ambiente es tan hostil que puede decirse que la existencia de estos seres se desarrolla “en el límite de la vida tal como la conocemos
Cabeza del gusano (clic para ampliar)
El Halicephalobus mesphisto es un nemátodo, un gusano para entendernos, del tamaño de un grano de arena, que se alimenta de bacterias y se reproduce asexualmente. . La criatura fue encontrada en agua extraída entre rocas a varios kilómetros de profundidad y, aunque no lleva “tridente”, una de sus características únicas es la larga y afilada cola. Que un organismo pluricelular sea capaz de sobrevivir a esa profundidad abre un nuevo mundo de posibilidades sobre la existencia de vida en condiciones extremas.
No es la primera vez que se encuentra algo vivo a tanta profundidad bajo tierra. Hace tres años se dio a conocer otro hallazgo. Pero en aquella ocasión se trataba de un tipo de vida más elemental, una bacteria, un ser unicelular que fue descubierto en una galería de la mina de oro de Mponeng, cerca de Johannesburgo. Este microorganismo vive a casi tres kilómetros de profundidad, en condiciones de total oscuridad y a más de 60 grados centígrados de temperatura. La bacteria, conocida como Desulforudis audaxviator, es capaz de subsistir de forma independiente, totalmente aislada de otras formas de vida, ya que no necesita alimentarse de ninguna materia orgánica. Hidrógeno, nitrógeno y sulfato, materia inorgánica exclusivamente, son los ingredientes de su dieta.
Si la vida ha surgido en otros mundos del Sistema Solar sus estrategias de supervivencia podrían en cierto modo parecerse a las de esos seres capaces de sobrevivir en el subsuelo profundo. El planeta Marte, por ejemplo, podría contar con productos biológicos u organismos microscópicos ocultos en el subsuelo, ya que en su superficie la existencia de vida es bastante improbable.
Foto: Gaetan Borgonie/Universidad de Ghent/Lanxess
El Halicephalobus mesphisto es un nemátodo, un gusano para entendernos, del tamaño de un grano de arena, que se alimenta de bacterias y se reproduce asexualmente. . La criatura fue encontrada en agua extraída entre rocas a varios kilómetros de profundidad y, aunque no lleva “tridente”, una de sus características únicas es la larga y afilada cola. Que un organismo pluricelular sea capaz de sobrevivir a esa profundidad abre un nuevo mundo de posibilidades sobre la existencia de vida en condiciones extremas.
No es la primera vez que se encuentra algo vivo a tanta profundidad bajo tierra. Hace tres años se dio a conocer otro hallazgo. Pero en aquella ocasión se trataba de un tipo de vida más elemental, una bacteria, un ser unicelular que fue descubierto en una galería de la mina de oro de Mponeng, cerca de Johannesburgo. Este microorganismo vive a casi tres kilómetros de profundidad, en condiciones de total oscuridad y a más de 60 grados centígrados de temperatura. La bacteria, conocida como Desulforudis audaxviator, es capaz de subsistir de forma independiente, totalmente aislada de otras formas de vida, ya que no necesita alimentarse de ninguna materia orgánica. Hidrógeno, nitrógeno y sulfato, materia inorgánica exclusivamente, son los ingredientes de su dieta.
Si la vida ha surgido en otros mundos del Sistema Solar sus estrategias de supervivencia podrían en cierto modo parecerse a las de esos seres capaces de sobrevivir en el subsuelo profundo. El planeta Marte, por ejemplo, podría contar con productos biológicos u organismos microscópicos ocultos en el subsuelo, ya que en su superficie la existencia de vida es bastante improbable.
Foto: Gaetan Borgonie/Universidad de Ghent/Lanxess
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miércoles, 1 de junio de 2011
MAPA DEL VECINDARIO GALÁCTICO
Aparte de planetas ¿qué hay alrededor del Sol? Pues eminentemente vacíos insondables y tenebrosos, que aparecen salpicados aquí y allá por estrellas y más estrellas, una prodigiosa cohorte de astros que, reunidos, forman esa solemne aglomeración celeste conocida como Vía Láctea (que significa Camino de Leche debido a su origen mitológico), o la Gran Galaxia, de la que los terrícolas formamos parte. Y más allá del límite de la Vía Láctea ¿qué existe? Más Espacio vacío (el Universo, incompresiblemente, es una inmensa nada) y más galaxias unidas gravitacionalmente. Se estiman que existen más de cien mil millones de estos sistemas masivos de estrellas en el Universo observable.
La mejor manera de conocer un territorio desconocido es hacer un mapa de él para averiguar su estructura a gran escala. En el caso del Universo, primero es necesario saber qué tipo de galaxias dominan ciertas regiones del mismo. Para ello se necesitan los datos observacionales de cada una de ellas, es decir, su posición, su distancia, su morfología y sus colores. El color de una galaxia, por ejemplo, informa sobre la evolución estelar que se ha producido en ella.: si el color dominante es el rojo se trata de una galaxia vieja, pero si su color es azul se observa una galaxia con muchas estrellas jóvenes.
En las últimas décadas se vienen realizados diferentes cartografías digitales de la distribución de galaxias en el Universo, que en muchos aspectos están revolucionando la manera en la que los astrofísicos miran al cielo.
(clic en la imagen para ampliar)
El último de estos mapas se ha dado a conocer ahora. Corresponde a la parte del Universo más cercana a la Vía Láctea: hasta 380 millones de años luz de ella. El mapa digital que lleva el nombre de 2MASS Redshift Survey ha sido posible gracias a la colaboración de un nutrido grupo de astrofísicos. Y el resultado llama la atención: un huso moteado de puntos de colores que representan hasta las 45.000 galaxias situadas en el vecindario galáctico. Sólo un 5 por ciento de esa vecindad cósmica queda ausente en el mapa: el cinturón oscuro central, que se aprecia en una las imágenes, y que corresponde al plano de la Vía Láctea. Las estrellas y el polvo de nuestra galaxia impiden contemplar los objetos lejanos situados en esa dirección. En la otra imagen sí se ha insertado la Vía Láctea en esa región oscura central
(clic en la imagen para ampliar)
En el mapa en cuestión no es un propósito estético el que ha llevado a representar cada galaxia por puntos de colores. Es un código, utilizado por los telescopios automáticos y los ordenados, que mide el desplazamiento hacia el rojo (en inglés: redshift ) y que expresa la distancia a la que se encuentran las distintas galaxias de nosotros. Los colores del mapa varían en función de la distancia de las galaxias respecto a la Tierra. Los tonos azules indican que los cuerpos celestes están más cerca de la Tierra y los tonos pasteles señalan a las galaxias «intermedias». Las galaxias que se ubican a distancias mayores están pintadas con colores más rojizos. 2 MASS es un mapa del Universo local, pero en tres dimensiones, pues combina desplazamientos y distancias con datos de posiciones angulares.
Fotos: T.H.Jarrett (IPAC/SCC)
La mejor manera de conocer un territorio desconocido es hacer un mapa de él para averiguar su estructura a gran escala. En el caso del Universo, primero es necesario saber qué tipo de galaxias dominan ciertas regiones del mismo. Para ello se necesitan los datos observacionales de cada una de ellas, es decir, su posición, su distancia, su morfología y sus colores. El color de una galaxia, por ejemplo, informa sobre la evolución estelar que se ha producido en ella.: si el color dominante es el rojo se trata de una galaxia vieja, pero si su color es azul se observa una galaxia con muchas estrellas jóvenes.
En las últimas décadas se vienen realizados diferentes cartografías digitales de la distribución de galaxias en el Universo, que en muchos aspectos están revolucionando la manera en la que los astrofísicos miran al cielo.
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El último de estos mapas se ha dado a conocer ahora. Corresponde a la parte del Universo más cercana a la Vía Láctea: hasta 380 millones de años luz de ella. El mapa digital que lleva el nombre de 2MASS Redshift Survey ha sido posible gracias a la colaboración de un nutrido grupo de astrofísicos. Y el resultado llama la atención: un huso moteado de puntos de colores que representan hasta las 45.000 galaxias situadas en el vecindario galáctico. Sólo un 5 por ciento de esa vecindad cósmica queda ausente en el mapa: el cinturón oscuro central, que se aprecia en una las imágenes, y que corresponde al plano de la Vía Láctea. Las estrellas y el polvo de nuestra galaxia impiden contemplar los objetos lejanos situados en esa dirección. En la otra imagen sí se ha insertado la Vía Láctea en esa región oscura central
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En el mapa en cuestión no es un propósito estético el que ha llevado a representar cada galaxia por puntos de colores. Es un código, utilizado por los telescopios automáticos y los ordenados, que mide el desplazamiento hacia el rojo (en inglés: redshift ) y que expresa la distancia a la que se encuentran las distintas galaxias de nosotros. Los colores del mapa varían en función de la distancia de las galaxias respecto a la Tierra. Los tonos azules indican que los cuerpos celestes están más cerca de la Tierra y los tonos pasteles señalan a las galaxias «intermedias». Las galaxias que se ubican a distancias mayores están pintadas con colores más rojizos. 2 MASS es un mapa del Universo local, pero en tres dimensiones, pues combina desplazamientos y distancias con datos de posiciones angulares.
Fotos: T.H.Jarrett (IPAC/SCC)
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