jueves, 27 de octubre de 2011

Un barco como sepultura




Un navío funerario vikingo, de más de un milenio de antigüedad, ha sido encontrado en una remota península escocesa



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Siempre han sido objeto de una leyenda negra. Lo cierto es que la sola vista de sus barcos en el horizonte causaba pavor. Altos, corpulentos y fuertemente armados con hachas y espadas, escudos y lanzas, los vikingos (fig. 1), los llamados hombres del norte, sembraron el pánico en las costas de Europa entre los siglos IX y XI. Desde finales del siglo VIII estos expedicionarios y guerreros escandinavos emprendieron una larga sucesión de expediciones marítimas por el Atlántico norte.

Lejos de ser una sociedad bárbara exclusivamente orientada a la guerra, la Escandinavia de la que procedían los vikingos constituía un territorio económicamente evolucionado, con una próspera agricultura y un comercio muy dinámico. A pesar de que su reputación ha sido parcialmente rehabilitada y son reconocidos como comerciantes, agricultores y brillantes carpinteros y trabajadores del metal y la artesanía, la estampa tópica de los vikingos los pinta como simples piratas dedicados a saquear puertos y ciudades de un extremo a otro de Europa. Ciertamente, son numerosos los episodios que justifican esa leyenda negra –«De los normandos, líbranos, Señor», llegó a rezarse en las iglesias medievales –. Sus navíos y su armamento quedaron asociados con una amenaza imprevisible y terrorífica, ante la que debían doblegarse ciudades, príncipes e incluso reyes.

En todo caso, su papel en la historia de Europa entre los siglos IX y XI tuvo un enorme protagonismo. Dinastías reales vikingas se establecieron de forma permanente en Irlanda, Inglaterra, Escocia y Normandía, así como en Islandia, desde donde llegaron a las costas de Groenlandia y a las de América del Norte.

Sus barcos, los famosos «drakars», se desplazaban con extraordinaria rapidez y constituían excelentes almacenes del producto de sus pillajes – mujeres, cereales, ganado y metales preciosos -. De hecho, su diseño permitía llevar incluso caballos destinados al asalto de poblaciones y, por supuesto, almacenar magníficamente todo tipo de bienes
Por el este penetraron en Rusia hasta alcanzar el mar Caspio, y por el sur bordearon las costas de Francia y la Península Ibérica y llegaron a los estuarios de ríos importantes como el Sena o el Guadalquivir y, remontándolos, se adentraron en el interior para asaltar ciudades, como Sevilla. Sus incursiones a través del estrecho de Gibraltar llegaron tan lejos como Constantinopla, que fue atacada infructuosamente.

A pesar del arrojo sin límites de los guerreros vikingos (fig. 2), había algo por lo que sí mostraban temor y era su destino final en el más allá. En la mitología nórdica, si el difunto no era enterrado de forma apropiada, estaba condenado a no entrar en el Valhalla, una especie de paraíso donde los más valientes guerreros, caídos en combate, creían que pasarían la eternidad. Los que no conseguían méritos suficientes para ascender al Valhalla, terminaban en el Helheim (reino de la oscuridad y de las tinieblas, gobernado por la diosa Hela).

Gracias a la arqueología, se sabe que los vikingos solían incinerar a sus muertos en una pira, construida de forma que la columna de humo fuera lo más grande posible para elevar al difunto a la otra vida. En la ceremonia se usaba una embarcación mortuoria o barco tumba (fig. 3) como receptáculo para el cadáver y su ajuar funerario. Después se creaba el túmulo amontonando sobre los restos tierra o piedras. Estos entierros estaban reservados para personas de alto estatus.
El hallazgo se ha conocido ahora. En la península de Ardnamurchan (fig. 4), en la costa occidental de Escocia, ha sido encontrado una de esas embarcaciones funerarias (fig. 6), de más de un milenio de antigüedad. En su interior, se hallaron algunos restos humanos junto con un importante ajuar funerario, que sugiere que la tumba se habría librado del saqueo de los buscadores de tesoros.

En cuanto empezaron a excavar (fig. 5), los arqueólogos tropezaron con una hilera de pernos de hierro, remaches oxidados, algunos todavía unidos a trozos de madera, de una embarcación, que tuvo originalmente 5 metros de eslora y 1,5 metros de manga. La madera se había podrido hace tiempo, pero había dejado una impronta muy precisa en el suelo y todos los materiales no perecederos seguían en su sitio. Se encontraron restos de un hacha (fig. 8), una espada (fig. 7), con la empuñadura bellamente decorada, un escudo y una lanza. Además de estos objetos había un anillo de bronce, un cuchillo, una piedra de afilar, un pasador de bronce (fig. 9) y un recipiente para beber, así como diversas piezas de alfarería. Apenas se encontraron restos humanos. Sólo se recuperaron fragmentos de un hueso del brazo y varios dientes (fig. 10).

A juzgar por la naturaleza del enterramiento, sus descubridores, que pertenecen a las universidades de Manchester y Leicester, en Gran Bretaña, sugieren que el hombre que allí estuvo enterrado fue un caudillo militar que probablemente murió en alguna de las numerosas batallas de la época, que contó con el ritual necesario para ingresar en el Valhalla.

Fotos: Jeff J. Mitchell/ CFA Archaeology

sábado, 22 de octubre de 2011

Etruscos: la magnificencia y esplendor de una civilización





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Una de las primeras culturas desarrolladas que habitaron la península Itálica fueron los etruscos. Todavía planean muchos interrogantes en torno a esta espléndida civilización, una sociedad tan refinada y opulenta, al parecer, como belicosa y cruel. Los éxitos militares y el espíritu comercial de los etruscos hicieron que su reino, Etruria, amasara fabulosas riquezas en beneficio del arte selecto y las costumbres
exquisitas de su opulenta aristocracia.

Antes de convertirse en la dueña del Mediterráneo occidental, gracias a su poderosa flota, la civilización etrusca dominó Roma durante un siglo. Este pueblo de controvertido origen, fascinado por el lujo y la vida de ultratumba, controló el norte y centro de la península Itálica desde el siglo VIII a.C. hasta su caída ante los romanos en el siglo III a.C. Aunque Etruria se convirtió en parte del Imperio Romano, su presencia fue siempre destacada, hasta el punto de que los últimos tres reyes de Roma fueron etruscos. Es más, muchas de las señas de identidad de la civilización romana tienen un claro origen etrusco. Así ocurre con algunos elementos arquitectónicos, como el arco o la bóveda, y símbolos políticos, o con las luchas de gladiadores.

Aunque los expertos son capaces de leer la escritura etrusca, ésta no es comprendida del todo. Por eso sólo es posible conocer la esencia de este pueblo a través de la
visión que nos han transmitido los escritores grecorromanos. Este es el caso del historiador griego Dionisio de Halicarnaso, que
destacó la originalidad de esta civilización, constatando que no
presentaba ningún parecido con otra cultura, ni en su lengua ni
en su forma de vida. Griegos y romanos presentaron a los
etruscos de forma contradictoria, a la vez como piratas
despiadados y como un pueblo sensual y corrompido por la
riqueza y el lujo. En el caso de Posidonio, el historiador-filósofo
del siglo II a.C., achacó su forma de vida tan relajada a la
riqueza excepcional de su país. Una prosperidad económica que
alcanzaron gracias a su fertilidad agrícola y a sus enormes
recursos metalíferos, en particular el hierro, que propició el
desarrollo de una aristocracia que practicaba un estilo de vida
fastuoso, visible en los frescos funerarios.

Los etruscos fueron destacadísimos orfebres y produjeron frescos admirables. Los restos artísticos (pinturas murales -figs. 1, 11, y 12- , urnas cinerarias – fig. 6 –, sepulcros – figs. 7 y 8 -, esculturas – fig. 9 -, máscaras funerarias – fig. 4…) así como los objetos de uso cotidiano (figs. 2 y 10) sugieren que se trataba de un pueblo enormemente próspero, sofisticado, muy religioso pero a la vez también hedonista.

Aunque el arte etrusco, muy relacionado a los rituales funerarios, se vio influido poderosamente por el arte de la Grecia Clásica (fig. 3) y el arte helenístico, presenta características singulares. Ahí están sus peculiares representaciones de la parte superior del cuerpo humano. Los bustos (fig. 5) son prácticamente una invención etrusca y difieren del busto griego; en éste último la persona retratada suele estar idealizada, no así en el genuino busto etrusco.

En cuanto a descubrimientos, acabamos de conocer uno sorprendente, debido a su singularidad. El hallazgo se ha producido en Poggio Colla, un asentamiento etrusco en el valle de Mugello, en Italia. Investigadores del Mugello Valley Archaelogical Proyect han encontrado un pequeño fragmento de una vasija de cerámica, de más de 2.600 años de antigüedad, en la que puede verse a una mujer dando a luz a un niño (fig. 13). La escena muestra la cabeza y los hombros de un bebé saliendo de una madre, que aparece representada con las rodillas en alto y su cara de perfil, un brazo levantado y una larga melena, en forma de cola de caballo, corre por su espalda.

La identificación de la escena fue hecha por el arqueólogo Phil Perkins, de la Open University, en Inglaterra. No se conocían representaciones etruscas del momento del parto Las mujeres etruscas suelen estar escenificadas festejando o participando en rituales, o bien como diosas.


Finalmente, no podemos pasar por alto otra pieza excepcional (fig.14), un extraño busto que puede contemplarse en el Museo del Louvre, en París. Se trata de una figura de terracota, del siglo III o II a.C., que fue adquirida por el dicho Museo hace unos meses en subasta pública. El busto, de 68 centímetros de altura, representa a un hombre joven vestido con toga, marcado en el vientre con una incisión que desvela los órganos del cuerpo. La incisión al nivel del abdomen muestra el conjunto de la anatomía masculina, desde la clavícula hasta la próstata. El corazón, los pulmones, los intestinos, el bazo, un riñón y la vesícula también pueden identificarse.

La pieza proviene de la zona de Canino, donde estuvo ubicada la ciudad etrusca de Vulci, al norte de Roma, y es una magnífica prueba de que los etruscos practicaban la disección y conocían bien la anatomía humana.

Fotos: Exhibits Development Group/Southern Methodist University/Rouillac Cheverny

miércoles, 19 de octubre de 2011

El arte y la tecnología nacieron en una cueva







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Al comienzo de la evolución humana, no éramos una especie singular. Tenemos – nosotros y los chimpancés – un antepasado común que nos niega el atributo de ser únicos en el mundo animal, lo que no quiere decir que no lo seamos ahora.

Hace más de tres millones de años, nuestra especie mostraba rasgos notables, como un cerebro relativamente grande. Como consecuencia de una gran mutación genética, se produjo entonces un hecho singular. Nuestros ancestros de aquella época se hicieron bípedos para poder liberar las manos y fabricar herramientas. Esto propició una sociabilidad extraordinaria que les confirió la capacidad de imitar a los demás aprendiendo de ellos.

Durante los tres millones de años siguientes nuestra especie no fue protagonista de ningún hecho tan trascendental como el reseñado. Para un buen número de paleoantropólogos, las especies antecesoras de los linajes de los humanos modernos se originaron en África hace entre 300.000 y 100.000 años. Las pistas proporcionadas por los restos fósiles y los análisis genéticos indican claramente este origen. Fue por entonces cuando tuvo lugar otra trascendental mutación que coincidió con la aparición de la capacidad cognitiva, el nacimiento de las conductas humanas complejas.

Hay una pequeña cueva que está revolucionando los conocimientos que se poseen sobre la evolución de las técnicas empleadas para la fabricación de herramientas, incluso las ideas que se tienen acerca de la evolución cultural de los humanos modernos.

Nos referimos a la cueva de Blombos (fig 2), que se encuentra cerca de Still Bay, no lejos de Ciudad del Cabo, en la costa del cabo sur de Sudáfrica. Está localizada en un acantilado (fig 1), sobre el Océano Índico y hace 140.000 años, en el Paleolítico medio, comenzó a ser habitada por seres humanos anatómicamente similares a nosotros, proporcionándoles seguridad, abrigo y un lugar para relacionarse y dar rienda suelta a su creatividad e imaginación. En aquella época, cuando en Europa estaban todavía los neandertales y los primeros sapiens comenzaban a llegar al Viejo Mundo, los pobladores de Blombos empezaron posiblemente a demostrar una conducta compleja, característica de los humanos actuales.

Se sabe que fueron protagonistas de una revolución asombrosa. Pero ésta no se produjo de la noche a la mañana, sino a lo largo de miles de años, según las evidencias halladas en la cueva, que indican periodos de ocupación relativamente breves separados por largos períodos de desocupación.

Los moradores de Blombos habían dejado de manejar cantos rodados tallados a golpes, como hicieron sus ancestros durante generaciones, para adoptar la talla por presión ayudada por el uso del fuego, una técnica puntera en su tiempo. Hace 72.000 años aquellos sapiens africanos esculpían con esmero sus objetos de hueso (puntas, espátulas…) (fig 6) y sus bifaces (esto es, artilugios líticos con dos caras talladas) (fig 5), que eran transformados en eficientes armas y herramientas. La mayoría de los artefactos encontrados en Blombos (fig 4) son de silcreta, un material duro y resistente, y difícil de trabajar, especialmente cuando se le compara con el sílex.

La sustitución de los cantos rodados, toscos y rústicos, por huesos y piedras transformados por calentamiento fue todo un acontecimiento. En Europa no se consiguió un desarrollo similar hasta mucho más tarde, hace unos 20.000 años. Aquél hito tecnológico prehistórico fue, en realidad, algo más que eso, supuso toda una revolución.

Los expertos sugieren que las poblaciones de Blombos se comportaban según un patrón cognitivo moderno y contaban con las ventajas de algún tipo de lenguaje simplificado. Esos mismos expertos creen que las habilidades de aquellas gentes aparecieron aproximadamente al mismo tiempo que las muestras generalizadas de comportamiento simbólico, otra revolución que solamente se ha dado en nuestra especie.

En Blombos han aparecido grabadas, en dos fragmentos de ocre (fig 8), unas marcas en forma de equis, en una de ellas atravesada por una línea que las divide simétricamente. Estas incisiones fueron realizadas al menos hace 77.000 años y para Christopher Henshilwood (fig 7), responmsable del hallazgo, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, “podrían haber sido realizadas con intención simbólica, con un significado que desconocemos”. Esas piezas de ocre son reconocidas como las obras más antiguas de arte humano, arte abstracto (fig 9).

El último hallazgo que se ha divulgado sobre el particular es que los humanos de Blombos eran capaces de crear decoraciones artísticas y simbólicas desde hace 100.000 años, cuando aún faltaba mucho tiempo para que los sapiens africanos dejaran el continente. Un grupo de investigadores sudafricanos y franceses (fig 3), liderado por el propio Henshilwood, ha encontrado en la cueva un conjunto de herramientas y recipientes que fueron utilizados para crear pigmentos que, presumiblemente, fueron usados con intención simbólica, como decoración en los cuerpos y la ropa, e incluso como protección de la piel.



El hallazgo consiste en dos conchas de moluscos, de las que aún se encuentran en las playas de Sudáfrica con facilidad, y varias piedras de cuarcita, que se utilizaron para machacar el mineral ocre y producir un fino pigmento de color rojo, junto con otros elementos también molidos, como huesos de mamíferos, trozos de piedras, carbón e incluso algún líquido. El resultado se almacenaba en las conchas (fig 10) hasta ser utilizado. Los paleonantropólogos utilizaron la técnica de “luminiscencia óptica estimulada” para determinar la antigüedad de esos materiales (fig 11), que se han datado en 100.000 años.

La recuperación de estos conjuntos de herramientas es una evidencia más sobre el desarrollo tecnológico de los seres humanos africanos en el Paleolítico medio. El nacimiento de la tecnología, el nacimiento del arte, dejan definitivamente de ser europeos.


Fotos: Witwatersrand University








viernes, 14 de octubre de 2011

La mayor montaña del Sistema Solar







fig. 1



fig. 2


La sonda automática Dawn de la NASA, el primer ingenio terrícola en entrar en órbita de un asteroide, ha enviado unas fotos sensacionales de Vesta, una gigantesca roca espacial, de 530 kilómetros de diámetro, que orbita alrededor del Sol. Su superficie aparece acribillada por innumerables cráteres producidos por impactos con otras rocas espaciales.

Pero, además, Vesta cuenta con un accidente geográfico asombroso y único, una montaña que ha resultado ser tres veces más alta que la más grandiosa montaña de la Tierra. El impresionante pico de Vesta (fig 2) deja enano al propio Everest, de 8.848 metros de altitud, ya que se eleva 22 kilómetros sobre el terreno circundante, en mitad del polo sur del asteroide (fig 1). Las fotografías son tan cercanas que representan una proeza tecnológica, teniendo en cuenta que este paisaje alienígena se encuentra a una distancia inconcebible, a 184 millones de kilómetros de la Tierra, en el denominado “cinturón de asteroides”, situado entre las órbitas de los planetas Marte y Júpiter.

Vesta, junto a Ceres, de 974 kilómetros, son los mayores objetos de los varios millones de rocas que forman el denominado 'cinturón de asteroides' y de los que se conocen varios centenares de miles. Se piensa que los asteroides, rocas inertes sin atmósfera ni fuente de energía interna, constituyen la reliquia de la nube interestelar a partir de la que se formó el Sistema Solar hace 4.500 millones de años.

Durante algún tiempo los planetólogos que los asteroides podían ser los restos de un planeta que había ocupado un día la región entre Marte y Júpiter pero que había sido destruido por algún impacto cataclísmico. Pero hoy saben que la masa total del cinturón de asteroides es mucho menor que la de la Luna (tan sólo un 4 por ciento). Ceres, el más grande de todos, por sí solo, contiene aproximadamente la tercera parte de la masa total del citado cinturón, y tan sólo una decena de asteroides superan los 250 kilómetros de tamaño. Este conjunto de pequeñas rocas no puede por tanto constituir los restos de ningún planeta destruido, simplemente se trata de fragmentos que no pudieron llegar a ensamblarse en un planeta en el momento de los albores del Sistema Solar.

Pero la aventura de Dawn, que utiliza un sistema de impulsión revolucionario, la llamada propulsión iónica, no acaba con la exploración de Vesta, sino que se despedirá de este asteroide en julio de 2012 para dirigirse a Ceres, considerado ahora como un “planeta enano”, al que llegará en 2015.

Fotos: NASA/JPL-Caltech,UCLA/MPS,DLR/ID

martes, 11 de octubre de 2011

¡Manda huevos qué nebulosa!

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Todas las estrellas brillan con luz propia, pero no todas son iguales, aunque lo aparentan cuando aparecen en el firmamento como puntitos luminosos. Tienen tamaños muy distintos unas de otras Las hay supergigantes, como Betelgeuse, y enanas, como el Sol. Es más, la estrella, a medida que envejece y muere, se va desprendiendo de las capas externas de su infernal atmósfera, que son arrojadas al Espacio, adoptando formas caprichosas que reciben el nombre de nebulosa. . .

Una de las más peculiares de estas nebulosas ha sido descubierta recientemente por astrofísicos del Observatorio Austral Europeo (ESO), en Páranal (Chile). Se encuentra en la constelación de Escorpio (fig 1) y está formada por dos envoltorios, casi perfectamente esféricos, de gases y polvo sideral, como una clara de huevo alrededor de una yema, por lo que los artífices del hallazgo, de manera graciosa, han bautizado el objeto como la nebulosa del “Huevo Frito”.

Pero ¿qué tipo de astro ha creado esta peculiar estructura? Los astrofísicos creen que ha sido producida por un monstruo estelar conocido como “hipergigante amarilla”. Nunca antes se había obtenido una instantánea tan nítida y detallada de este extraño habitante de los cielos. Presenta, según las estimaciones, un diámetro aproximadamente mil veces más grande que nuestro Sol y brilla alrededor de medio millón de veces más que éste.

Parece ser que la hipergigante amarilla se encuentra en una fase muy activa de su evolución, la secuencia de cambios que una estrella experimenta a lo largo de su existencia. Hace tiempo que viene atravesando una serie de eventos explosivos. Ha expulsado ya al Espacio cuatro veces la masa del Sol en tan sólo unos pocos cientos de años. El material arrojado durante estos estallidos ha formado el extenso envoltorio doble de la nebulosa (fig. 2), que sería la “clara del huevo”, rica no en proteínas, como ocurría con un huevo de los de verdad, sino en silicatos y gases. Estas estructuras son tan descomunales que si hipotéticamente las pudiéramos situarlas alrededor del Sol abarcarían todo el Sistema Solar, e incluso mucho más allá.

Los astrofísicos aventuran la posibilidad de que toda esta actividad es un síntoma de que el astro tendrá un final catastrófico, haciéndose añicos en una apocalíptica explosión que será visible desde cualquier rincón de nuestra Galaxia, la Vía Láctea. Pero en el Universo nada desaparece del todo. Las estrellas cuando mueren resurgen como el ave Fénix de la mitología griega, generando los componentes químicos que pueden dar lugar a la formación de otras generaciones de estrellas, en un ciclo sin fin.

Fotos: Eric Lagadec/ESO

sábado, 8 de octubre de 2011

Noticias de otro mundo




Durante decenas de millones de años no ha dejado de “nevar” en Encélado, una de las lunas de Saturno




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Si hay un astro en el Sistema Solar que cautiva e intriga por igual a los planetólogos este es Encélado, uno de los múltiples satélites del planeta Saturno, el “señor de los anillos”. Encélado es conocido desde antes del inicio de la exploración con sondas espaciales. El satélite recibe su nombre por el legendario ser Encélado, uno de los Gigantes de la mitología griega, un humanoide de cien brazos que habitaba bajo el monte Etna.

La característica más sobresaliente del satélite Encélado es que se trata de un mundo geológicamente activo (fig. 1), a pesar de su pequeño tamaño (alrededor de 500 kilómetros). Ya 1981 la sonda Voyager 2 de la Nasa pudo obtener imágenes en alta resolución de su superficie, donde se aprecian regiones con cráteres y áreas lisas que concentran grandes grietas o fisuras. Dado que las regiones lisas apenas contienen cráteres los planetólogos piensan que estas zonas son jóvenes en términos geológicos (menos de 100 millones de años). Algunas de ellas incluso están experimentando ahora mismo una intensa actividad geológica, debido principalmente a la presencia de géiseres criogénicos (de hielo) activos u otro proceso que renueva la superficie de la luna. El suelo glacial de Encélado, blanco como nieve recién caída (fig 3), hace que este mundo tenga un alto albedo (una medida de la tendencia a enfriarse de un astro), el mayor del Sistema Solar, lo que redunda en una extrema temperatura promedio del orden de 193 grados centígrados bajo cero.

Desde hace seis años, la sonda Cassini de la NASA viene proporcionando testimonios gráficos sobre cierta actividad geológica de Encélado. Los más llamativos proceden del hemisferio sur del satélite, donde gigantescos chorros, probablemente de vapor de agua y partículas de hielo cristalizado, brotan en forma de géiseres, incluso en zonas no iluminadas por el Sol (fig. 2). Este hecho indica que el mecanismo que hace disparar los chorros calientes es interno al satélite y no consecuencia de la radiación solar. Otros datos proporcionados por Cassini, como la presencia de sales de sodio en la composición química de loschorros, confieren más fuerza a la hipótesis de la existencia de grandes cantidades de agua líquida salada en el interior de Encélado, o quizás un mar polar entre la capa helada superficial y el interior rocoso. El mecanismo capaz de producir la alta energía interna observada es un misterio y un reto para los investigadores

Además, los surtidores brotan desde grandes grietas y lo hacen a tanta velocidad que salen disparados al Espacio, ya que allí la gravedad es extremadamente baja – aproximadamente solo el 1 por ciento de la de la Tierra -. Ahora, utilizando datos proporcionados por la sonda Cassini, planetólogos del Instituto lunar y de planetas, en Houston (Estados Unidos), y del Instituto Max Planck y la Universidad de Potsdam, en Alemania, han confirmado que esos géiseres tienen un efecto espectacular: una lenta lluvia de cristales de hielo, en forma de polvo superfino, que forman una gruesa capa en la superficie. Según los investigadores, los géiseres de hielo y agua erupcionan a velocidades supersónicas y provocan “nevadas” que se depositan sobre grandes áreas de Encélado (fig. 4). Las diferentes capas de hielo, de un promedio de 100 metros de grosor, según las estimaciones, han ido sepultando la mayor parte de las grietas y cráteres formado un paisaje de pesadilla (figs. 5 y 6).

Lo cierto es que, al parecer, dichas nevadas no serían tales, al menos desde la óptica terrestre, sino más bien precipitaciones parecidas a cencelladas o escarchas. Los investigadores lo creen así porque estiman que el hielo caído en Encélado lo habría hecho en forma de partículas o cristales de polvo superfino, hasta el punto de que en un año el hielo acumulado formaría tan solo una capa extraordinariamente delgada, de menos de una milésima de milímetro de grosor. Para formar los susodichos 100 metros de depósito, según los cálculos, han sido necesarios decenas de millones de años o más de “cencelladas” continuas. Vamos una eternidad para los estándares de la Tierra.


Los investigadores esperan completar su trabajo con nuevas imágenes en alta resolución obtenidas por la sonda Cassini en sus próximos encuentros con Encélado previstos para 2012 y 2015.

Fotos: Paul Schenk/Lunar and Planetary Institute/Nasa

sábado, 1 de octubre de 2011

Los esplendores de Pérgamo


El Museo Pergamon de Berlín exhibe sus tesoros de la Grecia helenística




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Entre los pequeños reinos formados por la desintegración del gran imperio seléucida, surgidos de la partición del imperio helenístico de Alejandro Magno, uno merece especial mención por la importancia cultural y económica que alcanzó: Pérgamo.La antigua ciudad se hallaba situada en la actual Turquía, cerca de la costa del mar Egeo. Sus ruinas rodean a la actual ciudad de Bergama, construida sobre los cimientos de lo que fue la zona baja de Pérgamo.

La leyenda dice que la ciudad fue fundada por Pérgamos, hijo de Neoptólemo y Andrómaca, todos ellos legendarios personajes de la Guerra de Troya. Los reyes de la dinastía atálida reinaron en Pérgamo y tuvieron la gran ambición de convertirla en una rica y poderosa potencia, una ciudad de la categoría de Atenas en tiempos de Pericles. y supieron conseguirlo. Fue, tras Alejandría y Antioquia, el tercero de los centros culturales del helenismo. En esta ciudad nació el arte de la jardinería. Sus reyes fueron grandes mecenas de la cultura, coleccionistas de arte y buenos bibliógrafos, rivalizando en esto último con los fundadores de la dinastía Ptolemaica, que gobernó Egipto durante el período helenístico. .

Durante el reinado atálida, Pérgamo sobresalió como un gran centro artístico y literario y su biblioteca fue en la Antigüedad la segunda en importancia después de la de Alejandría. Lo poco que se conoce sobre ella es lo que aportó el escritor y viajero romano Plinio el Viejo en su obra Historia Natural. Los historiadores dicen que llegó a acumular hasta 200.000, muchos de ellos tratados de filosofía. Cuenta la leyenda que Alejandría dejo de abastecer a Pérgamo de papiros para la copia de las obras, por cuestiones de rivalidad entre las dos bibliotecas. Por eso la de Pérgamo tuvo que ingeniárselas e utilizó un nuevo material, el pergamino, hecho a partir de la piel de animales. Por esta razón se fue sustituyendo poco a poco el papiro por el pergamino, mucho más duradero y de mejor calidad. Pérgamo se convirtió en la ciudad productora por excelencia, dando su nombre a este material.


En la Acrópolis, la parte más alta de la ciudad, se encontraba, además de la biblioteca, un espléndido teatro, con capacidad para unos diez mil espectadores, que dicen es el más inclinado del mundo. Localizado originalmente al sur del teatro, el Altar de Zeus, otra de las joyas de Pérgamo, se caracteriza por sus enormes escalinatas, sólidas columnas y un espectacular y monumental friso que representa la lucha entre los gigantes y los dioses de la mitología griega (fig 4). Fue probablemente el altar de un templo donde Zeus y Atenea eran venerados por igual.

Sus restos fueron hallados por el ingeniero alemán Carl Humann en 1871 (fig 9). Al término de las excavaciones, los arqueólogos sacaron a la luz una colección de 132 paneles, 300 fragmentos, estatuas, inscripciones, bustos y otros materiales arquitectónicos. Todo se embaló en más de mil cajas que fueron trasladadas a Alemania. Este monumento religioso, una de las obras maestras de la escultura griega antigua, fue reconstruido y hoy puede admirarse (fig 3) en todo su esplendor en el Museo de Pérgamo, que forma parte del complejo conocido como Isla de los Museos, que agrupa varios de los edificios más representativos de la ciudad de Berlín.

Precisamente en este museo( fig 1) acaba de ser inagurada una fantástica exposición que recomendamos vivamente. La muestra refleja el nacimiento de Pérgamo, la vida cotidiana en la ciudad, y su evolución desde la dinastía atálida hasta su reconversión en capital bajo dominio de Roma. Una de sus atracciones es una recreación virtual panorámica de 360 grados (fig 2) que traslada al público, que se encuentra sobre una gigantesca plataforma para contemplar el soberbio espectáculo, a un día de primavera del año 129 d.C. en Pérgamo, desde el amanecer hasta que cae la noche. Las vistas desde la plataforma situada en el centro de la sala, que alberga la instalación panorámica, incluyen los templos de Trajano, Dionisos y Atenea, el teatro y las inmediaciones del altar de Zeus. Esta recreación, obra de Yadegar Asisi, acompañada de música del compositor Eric Babak y sonido ambiente, se fundamenta en el estado actual de las excavaciones e investigaciones arqueológicas en la antigua metrópoli.

Los objetos expuestos –esculturas, mosaicos, (figs.5, 6, 7 y 8), monedas, recipientes de barro y artículos de uso diario, entre otros- forman parte tanto de los fondos del museo como de otras colecciones tanto alemanas como internacionales. La muestra podrá verse hasta el 30 de septiembre de 2012.

Fotos: Staatliche Museen Berlin/Johannes Laurentius