sábado, 31 de diciembre de 2011

Luces de esperanza

2011
... en el 2012


Fijémonos en esa amalgama de luces. Eso es el contorno de España y Portugal, una espectacular fotografía de la Península Ibérica vista desde el Espacio por la noche. Eso es el hogar de los portugueses y españoles. En él nos encontramos tú y yo, y todo aquél que conocemos y queremos. El escenario de dos grandes pueblos con un glorioso pasado, con sus propias alegrías y sufrimientos, con sus esperanzas, desalientos y temores. En él se encuentra la suma de nuestras creencias, religiones e ideologías, las que nos conectan y distancian unos de otros. Pero todos, a fin de cuentas, compartiendo la misma “carabela” cósmica, un minúsculo pedazo de roca que viaja por los espacios siderales.


En la imagen destacan las ciudades de Lisboa, Madrid y Sevilla dada la cantidad de su alumbrado público, así como otros muchos puntos de luz que relucen con menor intensidad. Muchas zonas se ven difusas, debido a las nubes que cubrían la Península en vísperas de las fechas navideñas, la noche en el que se tomó la imagen desde la Estación Espacial Internacional, que se encuentra en órbita terrestre.

Nada en comparación con los sombríos nubarrones que, al parecer, se esperan ensombrezcan nuestros cielos a lo largo de 2012. Por eso hemos querido “mejorar el contraste” de la imagen para que en el nuevo año las luces de la esperanza resplandezcan por doquier y alejan el desánimo.

Alzo mi copa para que España vuelva a conocerla hasta “la madre que la parió”

¡Qué la suerte nos acompañe! En todos los sentidos…

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Verduras alienígenas






En nuestro mundo, las plantas necesitan luz solar, lluvia y un suelo rico en nutrientes, sin olvidar la gravedad, que impide que el agua y la tierra salgan flotando. Pero ninguno de esos elementos básicos se consiguen fácilmente fuera del ambiente terrícola. En la Estación Espacial Internacional (ISS), los astronautas cultivan en microgravedad verduras para averiguar si sus colegas en futuras misiones espaciales serán capaces de producir alimentos. Los científicos han diseñado una cámara de cultivo del tamaño algo mayor que una caja de zapatos y le han introducido arcilla enriquecida con nutrientes capaces de retener el agua por la tensión superficial y no por la gravedad. Por razones de seguridad, los astronautas estadounidenses no han sido autorizados a degustar los vegetales cultivados en los experimentos. Pero en 2008, unos ciudadanos japoneses probaron la cerveza fabricada con cebada cultivada en el espacio. Resultado: similar a la variedad terrestre.

Fotos. Nasa

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Adiós otoño, hola invierno


El inicio de las estaciones viene dado por aquellos instantes en que la Tierra se encuentra en unas determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol




fig. 1


fig. 2


fig. 3

fig. 4


fig. 5



fig. 6


fig. 7


fig. 8

Hoy, jueves, 22 de diciembre, a las 6 h 30 mn hora oficial peninsular, se ha iniciado el invierno en el hemisferio Norte, según el convenio astronómico. El polo austral mira ahora hacia el Sol y el polo boreal hacia el lado opuesto. Las regiones que rodean el Polo no ven ya el Sol. En el hemisferio sur, en cambio, se inicia el verano.

En los bancos de hielo del océano glaciar Ártico, en los inmensos glaciares de Groenlandia, en las tundras de Laponia y de Liberia, no hay amanecer ni atardecer, sino sólo la tiniebla de la noche, sólo interrumpida por la extraterrenal radiación de las auroras boreales. Un poco más al sur, en la latitud que corresponde a San Petersburgo (Rusia) y a la bahía de Hudson (Canadá), el Sol aparece sobre el horizonte durante un tiempo muy escaso, y más que día sus habitantes tienen una especie de crepúsculo; la noche domina con sus tempestades de nieve y sus gélidas temperaturas.


En los países situados a mitad de camino entre el polo norte y el ecuador, como son España, Italia o la región de los Grandes Lagos, en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá, el Sol sale tarde y se pone pronto, y sus tenues rayos llegan allí con gran inclinación y calientan poco. Los árboles parecen privados de vida, los campos se despojan de su vegetación, los animales de los bosques están aletargados y generalmente se ocultan bajo tierra o en escondrijos. Debajo de su manto de nieve la Naturaleza duerme el sueño invernal.


La Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (Eumetsat), de la que España forma parte, ha difundido un conjunto de imágenes que recogen un año terrestre visto desde una órbita geoestacionaria, aquella que se encuentra directamente encima del ecuador superficial de la Tierra. Las imágenes están tomadas por el satélite geoestacionario Meteosat 9, que permanece inmóvil en un determinad punto, sobre el plano del ecuador terrestre, aproximadamente a 36.000 kilómetros sobre el nivel del mar. Las instantáneas se obtuvieron en el momento en el que el Sol, la Tierra y el satélite se encontraron formando un ángulo recto

Lo que estamos viendo en este mosaico de imágenes (fig. 2) es una cara de la Tierra, que aparece totalmente iluminada, y la misma zona durante el inicio de las cuatro estaciones del año. Las cuatro posiciones fundamentales que toma nuestro planeta cada año se denominan solsticios y equinoccios.

De la misma manera que los satélites artificiales giran alrededor de la Tierra, así nuestro mundo viajar por el Universo en torno al Sol. De masa exigua en comparación con nuestro astro rey, la Tierra está encadenada en su atracción gravitatoria y se encuentra en una posición de equilibrio. No puede precipitarse hacia el infernal horno solar, pero tampoco puede huir hacia los espacios siderales. Por eso, esclava de su astro dominador desde hace miles de millones de años, recorre dócilmente su descomunal órbita elíptica. El año es el período de tiempo que emplea nuestro planeta en describir una órbita completa.

La elipse de la órbita terrestre se aproxima mucho al círculo. Entre el perihelio y el afelio, los puntos más cercanos y lejanos, respectivamente, de la órbita, la distancia Tierra-Sol varía en unos cinco millones de kilómetros, lo que no es mucho comparado con los casi 150 millones de kilómetros que nos separan de ese horno nuclear. Pero hay un hecho que, a primera vista, puede parecer sorprendente: la sucesión de las estaciones no se debe a que en su movimiento elíptico la Tierra se aleje y acerque al Sol. Esto tiene un efecto prácticamente imperceptible en el clima. En efecto, la causa de los cambios estacionarios se debe a otro motivo.


Si el eje del mundo, que pasa por los polos, alrededor del cual gira la Tierra en su movimiento de rotación, fuese perpendicular al llamado plano de la eclíptica – el plano imaginario de la órbita terrestre – simplemente no existiría el gran ciclo de las estaciones en las zonas templadas. El Sol se hallaría todo el año sobre el ecuador. Los desiertos, las junglas y las regiones polares seguirían donde están, pero no habría estaciones. En estas condiciones imaginarias, los días tendrían siempre la misma duración y la vida terrícola habría tomado seguramente otro rumbo. Portentos naturales, como las floraciones primaverales y la migración de las aves, serían enteramente desconocidos.

La realidad es que el eje del mundo está inclinado y forma un ángulo de 23 grados con respecto al plano de la eclíptica; y este ángulo permanece constante, como también no cambia la dirección del eje en cualquier punto que se encuentre la Tierra, tanto en el afelio como en el perihelio. La inclinación de los rayos solares varía, pues, constantemente en todas las regiones de nuestro mundo; esto da origen al maravilloso fenómeno de las estaciones (figs. 1 y 8)

Las cuatro posiciones fundamentales que toma la Tierra cada año, en su movimiento alrededor del Sol, responsables del ciclo de las estaciones, se denominan solsticios y equinoccios (fig. 3). Aparecen los solsticios cuando uno de los polos apunta hacia el Sol; los equinoccios cuando el límite del hemisferio iluminado pasa por ambos polos logrando una duración igual para el día y la noche. Por eso, para el hemisferio norte, el 21 de diciembre es el solsticio de invierno (fig. 4), y el 21 de junio el solsticio de verano (fig. 6); el 21 de marzo es el equinoccio de primavera (fig. 5) y el 21 de septiembre el equinoccio de otoño (fig. 7). En el hemisferio sur, como es natural, se invierten las posiciones.


El día del solsticio de invierno corresponde al de menor duración del año. Alrededor de esta fecha se encuentran el día en que el Sol sale más tarde y aquél en que se pone más pronto. El invierno durará 88 días y 23 horas. La primavera se iniciará el día 20 de marzo de 2012.

jueves, 27 de octubre de 2011

Un barco como sepultura




Un navío funerario vikingo, de más de un milenio de antigüedad, ha sido encontrado en una remota península escocesa



fig. 1



fig. 2


fig. 3


fig. 4


fig. 5


fig. 6


fig. 7


fig. 8


fig. 9


fig. 10

Siempre han sido objeto de una leyenda negra. Lo cierto es que la sola vista de sus barcos en el horizonte causaba pavor. Altos, corpulentos y fuertemente armados con hachas y espadas, escudos y lanzas, los vikingos (fig. 1), los llamados hombres del norte, sembraron el pánico en las costas de Europa entre los siglos IX y XI. Desde finales del siglo VIII estos expedicionarios y guerreros escandinavos emprendieron una larga sucesión de expediciones marítimas por el Atlántico norte.

Lejos de ser una sociedad bárbara exclusivamente orientada a la guerra, la Escandinavia de la que procedían los vikingos constituía un territorio económicamente evolucionado, con una próspera agricultura y un comercio muy dinámico. A pesar de que su reputación ha sido parcialmente rehabilitada y son reconocidos como comerciantes, agricultores y brillantes carpinteros y trabajadores del metal y la artesanía, la estampa tópica de los vikingos los pinta como simples piratas dedicados a saquear puertos y ciudades de un extremo a otro de Europa. Ciertamente, son numerosos los episodios que justifican esa leyenda negra –«De los normandos, líbranos, Señor», llegó a rezarse en las iglesias medievales –. Sus navíos y su armamento quedaron asociados con una amenaza imprevisible y terrorífica, ante la que debían doblegarse ciudades, príncipes e incluso reyes.

En todo caso, su papel en la historia de Europa entre los siglos IX y XI tuvo un enorme protagonismo. Dinastías reales vikingas se establecieron de forma permanente en Irlanda, Inglaterra, Escocia y Normandía, así como en Islandia, desde donde llegaron a las costas de Groenlandia y a las de América del Norte.

Sus barcos, los famosos «drakars», se desplazaban con extraordinaria rapidez y constituían excelentes almacenes del producto de sus pillajes – mujeres, cereales, ganado y metales preciosos -. De hecho, su diseño permitía llevar incluso caballos destinados al asalto de poblaciones y, por supuesto, almacenar magníficamente todo tipo de bienes
Por el este penetraron en Rusia hasta alcanzar el mar Caspio, y por el sur bordearon las costas de Francia y la Península Ibérica y llegaron a los estuarios de ríos importantes como el Sena o el Guadalquivir y, remontándolos, se adentraron en el interior para asaltar ciudades, como Sevilla. Sus incursiones a través del estrecho de Gibraltar llegaron tan lejos como Constantinopla, que fue atacada infructuosamente.

A pesar del arrojo sin límites de los guerreros vikingos (fig. 2), había algo por lo que sí mostraban temor y era su destino final en el más allá. En la mitología nórdica, si el difunto no era enterrado de forma apropiada, estaba condenado a no entrar en el Valhalla, una especie de paraíso donde los más valientes guerreros, caídos en combate, creían que pasarían la eternidad. Los que no conseguían méritos suficientes para ascender al Valhalla, terminaban en el Helheim (reino de la oscuridad y de las tinieblas, gobernado por la diosa Hela).

Gracias a la arqueología, se sabe que los vikingos solían incinerar a sus muertos en una pira, construida de forma que la columna de humo fuera lo más grande posible para elevar al difunto a la otra vida. En la ceremonia se usaba una embarcación mortuoria o barco tumba (fig. 3) como receptáculo para el cadáver y su ajuar funerario. Después se creaba el túmulo amontonando sobre los restos tierra o piedras. Estos entierros estaban reservados para personas de alto estatus.
El hallazgo se ha conocido ahora. En la península de Ardnamurchan (fig. 4), en la costa occidental de Escocia, ha sido encontrado una de esas embarcaciones funerarias (fig. 6), de más de un milenio de antigüedad. En su interior, se hallaron algunos restos humanos junto con un importante ajuar funerario, que sugiere que la tumba se habría librado del saqueo de los buscadores de tesoros.

En cuanto empezaron a excavar (fig. 5), los arqueólogos tropezaron con una hilera de pernos de hierro, remaches oxidados, algunos todavía unidos a trozos de madera, de una embarcación, que tuvo originalmente 5 metros de eslora y 1,5 metros de manga. La madera se había podrido hace tiempo, pero había dejado una impronta muy precisa en el suelo y todos los materiales no perecederos seguían en su sitio. Se encontraron restos de un hacha (fig. 8), una espada (fig. 7), con la empuñadura bellamente decorada, un escudo y una lanza. Además de estos objetos había un anillo de bronce, un cuchillo, una piedra de afilar, un pasador de bronce (fig. 9) y un recipiente para beber, así como diversas piezas de alfarería. Apenas se encontraron restos humanos. Sólo se recuperaron fragmentos de un hueso del brazo y varios dientes (fig. 10).

A juzgar por la naturaleza del enterramiento, sus descubridores, que pertenecen a las universidades de Manchester y Leicester, en Gran Bretaña, sugieren que el hombre que allí estuvo enterrado fue un caudillo militar que probablemente murió en alguna de las numerosas batallas de la época, que contó con el ritual necesario para ingresar en el Valhalla.

Fotos: Jeff J. Mitchell/ CFA Archaeology

sábado, 22 de octubre de 2011

Etruscos: la magnificencia y esplendor de una civilización





fig. 1



fig. 2



fig. 3



fig. 4



fig. 5



fig. 6



fig. 7



fig. 8



fig. 9



fig. 10



fig. 11





fig. 12



fig. 13



fig. 14



Una de las primeras culturas desarrolladas que habitaron la península Itálica fueron los etruscos. Todavía planean muchos interrogantes en torno a esta espléndida civilización, una sociedad tan refinada y opulenta, al parecer, como belicosa y cruel. Los éxitos militares y el espíritu comercial de los etruscos hicieron que su reino, Etruria, amasara fabulosas riquezas en beneficio del arte selecto y las costumbres
exquisitas de su opulenta aristocracia.

Antes de convertirse en la dueña del Mediterráneo occidental, gracias a su poderosa flota, la civilización etrusca dominó Roma durante un siglo. Este pueblo de controvertido origen, fascinado por el lujo y la vida de ultratumba, controló el norte y centro de la península Itálica desde el siglo VIII a.C. hasta su caída ante los romanos en el siglo III a.C. Aunque Etruria se convirtió en parte del Imperio Romano, su presencia fue siempre destacada, hasta el punto de que los últimos tres reyes de Roma fueron etruscos. Es más, muchas de las señas de identidad de la civilización romana tienen un claro origen etrusco. Así ocurre con algunos elementos arquitectónicos, como el arco o la bóveda, y símbolos políticos, o con las luchas de gladiadores.

Aunque los expertos son capaces de leer la escritura etrusca, ésta no es comprendida del todo. Por eso sólo es posible conocer la esencia de este pueblo a través de la
visión que nos han transmitido los escritores grecorromanos. Este es el caso del historiador griego Dionisio de Halicarnaso, que
destacó la originalidad de esta civilización, constatando que no
presentaba ningún parecido con otra cultura, ni en su lengua ni
en su forma de vida. Griegos y romanos presentaron a los
etruscos de forma contradictoria, a la vez como piratas
despiadados y como un pueblo sensual y corrompido por la
riqueza y el lujo. En el caso de Posidonio, el historiador-filósofo
del siglo II a.C., achacó su forma de vida tan relajada a la
riqueza excepcional de su país. Una prosperidad económica que
alcanzaron gracias a su fertilidad agrícola y a sus enormes
recursos metalíferos, en particular el hierro, que propició el
desarrollo de una aristocracia que practicaba un estilo de vida
fastuoso, visible en los frescos funerarios.

Los etruscos fueron destacadísimos orfebres y produjeron frescos admirables. Los restos artísticos (pinturas murales -figs. 1, 11, y 12- , urnas cinerarias – fig. 6 –, sepulcros – figs. 7 y 8 -, esculturas – fig. 9 -, máscaras funerarias – fig. 4…) así como los objetos de uso cotidiano (figs. 2 y 10) sugieren que se trataba de un pueblo enormemente próspero, sofisticado, muy religioso pero a la vez también hedonista.

Aunque el arte etrusco, muy relacionado a los rituales funerarios, se vio influido poderosamente por el arte de la Grecia Clásica (fig. 3) y el arte helenístico, presenta características singulares. Ahí están sus peculiares representaciones de la parte superior del cuerpo humano. Los bustos (fig. 5) son prácticamente una invención etrusca y difieren del busto griego; en éste último la persona retratada suele estar idealizada, no así en el genuino busto etrusco.

En cuanto a descubrimientos, acabamos de conocer uno sorprendente, debido a su singularidad. El hallazgo se ha producido en Poggio Colla, un asentamiento etrusco en el valle de Mugello, en Italia. Investigadores del Mugello Valley Archaelogical Proyect han encontrado un pequeño fragmento de una vasija de cerámica, de más de 2.600 años de antigüedad, en la que puede verse a una mujer dando a luz a un niño (fig. 13). La escena muestra la cabeza y los hombros de un bebé saliendo de una madre, que aparece representada con las rodillas en alto y su cara de perfil, un brazo levantado y una larga melena, en forma de cola de caballo, corre por su espalda.

La identificación de la escena fue hecha por el arqueólogo Phil Perkins, de la Open University, en Inglaterra. No se conocían representaciones etruscas del momento del parto Las mujeres etruscas suelen estar escenificadas festejando o participando en rituales, o bien como diosas.


Finalmente, no podemos pasar por alto otra pieza excepcional (fig.14), un extraño busto que puede contemplarse en el Museo del Louvre, en París. Se trata de una figura de terracota, del siglo III o II a.C., que fue adquirida por el dicho Museo hace unos meses en subasta pública. El busto, de 68 centímetros de altura, representa a un hombre joven vestido con toga, marcado en el vientre con una incisión que desvela los órganos del cuerpo. La incisión al nivel del abdomen muestra el conjunto de la anatomía masculina, desde la clavícula hasta la próstata. El corazón, los pulmones, los intestinos, el bazo, un riñón y la vesícula también pueden identificarse.

La pieza proviene de la zona de Canino, donde estuvo ubicada la ciudad etrusca de Vulci, al norte de Roma, y es una magnífica prueba de que los etruscos practicaban la disección y conocían bien la anatomía humana.

Fotos: Exhibits Development Group/Southern Methodist University/Rouillac Cheverny

miércoles, 19 de octubre de 2011

El arte y la tecnología nacieron en una cueva







fig. 1



fig. 2


fig. 3


fig. 4


fig. 5



fig. 6


fig. 7


fig. 8


fig. 9


fig. 10



fig. 11


Al comienzo de la evolución humana, no éramos una especie singular. Tenemos – nosotros y los chimpancés – un antepasado común que nos niega el atributo de ser únicos en el mundo animal, lo que no quiere decir que no lo seamos ahora.

Hace más de tres millones de años, nuestra especie mostraba rasgos notables, como un cerebro relativamente grande. Como consecuencia de una gran mutación genética, se produjo entonces un hecho singular. Nuestros ancestros de aquella época se hicieron bípedos para poder liberar las manos y fabricar herramientas. Esto propició una sociabilidad extraordinaria que les confirió la capacidad de imitar a los demás aprendiendo de ellos.

Durante los tres millones de años siguientes nuestra especie no fue protagonista de ningún hecho tan trascendental como el reseñado. Para un buen número de paleoantropólogos, las especies antecesoras de los linajes de los humanos modernos se originaron en África hace entre 300.000 y 100.000 años. Las pistas proporcionadas por los restos fósiles y los análisis genéticos indican claramente este origen. Fue por entonces cuando tuvo lugar otra trascendental mutación que coincidió con la aparición de la capacidad cognitiva, el nacimiento de las conductas humanas complejas.

Hay una pequeña cueva que está revolucionando los conocimientos que se poseen sobre la evolución de las técnicas empleadas para la fabricación de herramientas, incluso las ideas que se tienen acerca de la evolución cultural de los humanos modernos.

Nos referimos a la cueva de Blombos (fig 2), que se encuentra cerca de Still Bay, no lejos de Ciudad del Cabo, en la costa del cabo sur de Sudáfrica. Está localizada en un acantilado (fig 1), sobre el Océano Índico y hace 140.000 años, en el Paleolítico medio, comenzó a ser habitada por seres humanos anatómicamente similares a nosotros, proporcionándoles seguridad, abrigo y un lugar para relacionarse y dar rienda suelta a su creatividad e imaginación. En aquella época, cuando en Europa estaban todavía los neandertales y los primeros sapiens comenzaban a llegar al Viejo Mundo, los pobladores de Blombos empezaron posiblemente a demostrar una conducta compleja, característica de los humanos actuales.

Se sabe que fueron protagonistas de una revolución asombrosa. Pero ésta no se produjo de la noche a la mañana, sino a lo largo de miles de años, según las evidencias halladas en la cueva, que indican periodos de ocupación relativamente breves separados por largos períodos de desocupación.

Los moradores de Blombos habían dejado de manejar cantos rodados tallados a golpes, como hicieron sus ancestros durante generaciones, para adoptar la talla por presión ayudada por el uso del fuego, una técnica puntera en su tiempo. Hace 72.000 años aquellos sapiens africanos esculpían con esmero sus objetos de hueso (puntas, espátulas…) (fig 6) y sus bifaces (esto es, artilugios líticos con dos caras talladas) (fig 5), que eran transformados en eficientes armas y herramientas. La mayoría de los artefactos encontrados en Blombos (fig 4) son de silcreta, un material duro y resistente, y difícil de trabajar, especialmente cuando se le compara con el sílex.

La sustitución de los cantos rodados, toscos y rústicos, por huesos y piedras transformados por calentamiento fue todo un acontecimiento. En Europa no se consiguió un desarrollo similar hasta mucho más tarde, hace unos 20.000 años. Aquél hito tecnológico prehistórico fue, en realidad, algo más que eso, supuso toda una revolución.

Los expertos sugieren que las poblaciones de Blombos se comportaban según un patrón cognitivo moderno y contaban con las ventajas de algún tipo de lenguaje simplificado. Esos mismos expertos creen que las habilidades de aquellas gentes aparecieron aproximadamente al mismo tiempo que las muestras generalizadas de comportamiento simbólico, otra revolución que solamente se ha dado en nuestra especie.

En Blombos han aparecido grabadas, en dos fragmentos de ocre (fig 8), unas marcas en forma de equis, en una de ellas atravesada por una línea que las divide simétricamente. Estas incisiones fueron realizadas al menos hace 77.000 años y para Christopher Henshilwood (fig 7), responmsable del hallazgo, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, “podrían haber sido realizadas con intención simbólica, con un significado que desconocemos”. Esas piezas de ocre son reconocidas como las obras más antiguas de arte humano, arte abstracto (fig 9).

El último hallazgo que se ha divulgado sobre el particular es que los humanos de Blombos eran capaces de crear decoraciones artísticas y simbólicas desde hace 100.000 años, cuando aún faltaba mucho tiempo para que los sapiens africanos dejaran el continente. Un grupo de investigadores sudafricanos y franceses (fig 3), liderado por el propio Henshilwood, ha encontrado en la cueva un conjunto de herramientas y recipientes que fueron utilizados para crear pigmentos que, presumiblemente, fueron usados con intención simbólica, como decoración en los cuerpos y la ropa, e incluso como protección de la piel.



El hallazgo consiste en dos conchas de moluscos, de las que aún se encuentran en las playas de Sudáfrica con facilidad, y varias piedras de cuarcita, que se utilizaron para machacar el mineral ocre y producir un fino pigmento de color rojo, junto con otros elementos también molidos, como huesos de mamíferos, trozos de piedras, carbón e incluso algún líquido. El resultado se almacenaba en las conchas (fig 10) hasta ser utilizado. Los paleonantropólogos utilizaron la técnica de “luminiscencia óptica estimulada” para determinar la antigüedad de esos materiales (fig 11), que se han datado en 100.000 años.

La recuperación de estos conjuntos de herramientas es una evidencia más sobre el desarrollo tecnológico de los seres humanos africanos en el Paleolítico medio. El nacimiento de la tecnología, el nacimiento del arte, dejan definitivamente de ser europeos.


Fotos: Witwatersrand University








viernes, 14 de octubre de 2011

La mayor montaña del Sistema Solar







fig. 1



fig. 2


La sonda automática Dawn de la NASA, el primer ingenio terrícola en entrar en órbita de un asteroide, ha enviado unas fotos sensacionales de Vesta, una gigantesca roca espacial, de 530 kilómetros de diámetro, que orbita alrededor del Sol. Su superficie aparece acribillada por innumerables cráteres producidos por impactos con otras rocas espaciales.

Pero, además, Vesta cuenta con un accidente geográfico asombroso y único, una montaña que ha resultado ser tres veces más alta que la más grandiosa montaña de la Tierra. El impresionante pico de Vesta (fig 2) deja enano al propio Everest, de 8.848 metros de altitud, ya que se eleva 22 kilómetros sobre el terreno circundante, en mitad del polo sur del asteroide (fig 1). Las fotografías son tan cercanas que representan una proeza tecnológica, teniendo en cuenta que este paisaje alienígena se encuentra a una distancia inconcebible, a 184 millones de kilómetros de la Tierra, en el denominado “cinturón de asteroides”, situado entre las órbitas de los planetas Marte y Júpiter.

Vesta, junto a Ceres, de 974 kilómetros, son los mayores objetos de los varios millones de rocas que forman el denominado 'cinturón de asteroides' y de los que se conocen varios centenares de miles. Se piensa que los asteroides, rocas inertes sin atmósfera ni fuente de energía interna, constituyen la reliquia de la nube interestelar a partir de la que se formó el Sistema Solar hace 4.500 millones de años.

Durante algún tiempo los planetólogos que los asteroides podían ser los restos de un planeta que había ocupado un día la región entre Marte y Júpiter pero que había sido destruido por algún impacto cataclísmico. Pero hoy saben que la masa total del cinturón de asteroides es mucho menor que la de la Luna (tan sólo un 4 por ciento). Ceres, el más grande de todos, por sí solo, contiene aproximadamente la tercera parte de la masa total del citado cinturón, y tan sólo una decena de asteroides superan los 250 kilómetros de tamaño. Este conjunto de pequeñas rocas no puede por tanto constituir los restos de ningún planeta destruido, simplemente se trata de fragmentos que no pudieron llegar a ensamblarse en un planeta en el momento de los albores del Sistema Solar.

Pero la aventura de Dawn, que utiliza un sistema de impulsión revolucionario, la llamada propulsión iónica, no acaba con la exploración de Vesta, sino que se despedirá de este asteroide en julio de 2012 para dirigirse a Ceres, considerado ahora como un “planeta enano”, al que llegará en 2015.

Fotos: NASA/JPL-Caltech,UCLA/MPS,DLR/ID