Ir de vacaciones a la Luna dejará de ser un sueño algún día. Si ya hubiera una agencia turística que ofertara viajes de placer al satélite natural de la Tierra, a precios no astronómicos se entiende, el Mar de la Tranquilidad sería un destino obligado.
Pero, antes de partir, habría que tener en cuenta algunos pormenores. A pesar de su imagen tan familiar, la Luna es un mundo tan diferente al nuestro que resulta desconcertante. Para empezar, un “día” selenita equivale a 27 días terrícolas, ya que la Luna tarda ese tiempo en girar sobre sí misma. Pasan casi dos semanas entre la salida y la puesta del Sol y después la noche dura otras dos semanas. Si nos encontramos en la cara visible de la Luna, siempre podremos ver la Tierra en el cielo a menos que haya un eclipse. Si nos hallamos en la cara oculta, no la veremos nunca, ya que ese hemisferio de la Luna está en todo momento de espaldas a nuestro planeta. La Tierra llena vista desde la Luna nos parecerá casi catorce veces más grande que la Luna llena vista desde la Tierra. Podremos admirar la Tierra llena una vez cada 29 días terrestres. Aunque en ese momento será de noche en la cara visible de la Luna, la Tierra dará tanta luz que hasta podremos leer un libro sin necesidad de iluminación artificial.
Nos encontramos en el Mar de la Tranquilidad. Aquí es donde Neil Armstrong y Buzz Aldrin alunizaron el 20 de julio de 1969 y se convirtieron en los primeros seres humanos en hollar otro mundo. El lugar tiene “preciosas vistas, una magnífica desolación”, según lo describió Aldrin. Los astronautas que han estado allí indican que, al caminar sobre la Luna, el suelo tiene “el tacto de la nieve y el olor de la pólvora”. En el Mar de la Tranquilidad, una vasta planicie de mineral oscuro, aún se podrán encontrar los instrumentos científicos que Armstrong y Aldrin dejaron allí, aunque ya no funcionan. Mucho cuidado de no pisar las huellas de los astronautas, que tienen un valor histórico, que no se habrán borrado y se conservarán indefinidamente, porque al no haber atmósfera no hay erosión. Por otra parte, no podremos hacernos una foto junto a la bandera de Estados Unidos. Era una bandera especial, dotada de un soporte de aluminio para que pareciera ondear en la foto pese a la falta de viento. Pero estará muy deteriorada. Después de tanto tiempo, los rayos ultravioletas del Sol habrán desteñido los colores rojo y azul de la bandera. Y Aldrin dijo que vio cómo los gases del módulo lunar la habían derribado cuando despegaron de la Luna.
Por cierto, los mares lunares no son tales. Los primeros astrónomos los denominaron así al confundirlos visualmente con auténticos mares.
La noche selenita perpetua
El cráter Shackleton
Cráter Shackleton. Se estima que hay más de 200.000 cráteres repartidos por la superficie lunar. ¿Qué tiene de especial el cráter Shackleton? En primer lugar, está situado justo en el polo sur de la Luna. Pero lo verdaderamente interesante de este cráter, de 19 kilómetros de diámetro, es que está sumido en la oscuridad casi permanentemente. Desde su interior, a 2 kilómetros de profundidad, nunca llega a verse la luz del Sol y es excepcionalmente frío.
El cráter Erlanger
El cráter Erlanger es otra de esas depresiones sumidas en la oscuridad eterna. Se encuentra situada en las antípodas del cráter Shackleton, en el polo norte selenita, a una latitud de 87 grados norte. En esa latitud el Sol siempre está muy cerca del horizonte y apenas alcanza a iluminar el borde superior del cráter. Jamás iluminó su interior. Allí la temperatura nunca es superior a 238 grados centígrados bajo cero, según mediciones llevadas a cabo por la sonda estadounidense .Lunar Reconnaissance Orbiter. El hielo de agua de todos los cometas que han impactado ahí dentro desde hace miles de millones de años, creen los científicos, debe haberse preservado congelado.
En el interior de un cráter donde siempre es de noche
Los cráteres de oscuridad perenne son tan extraordinariamente fríos como para impedir que el hielo pueda volatilizarse incluso en el vacío lunar. Son de gran importancia para futuros asentamientos humanos. Sólo habría que derretir el agua y utilizar sus elementos.
El eterno día lunar
Otros parajes muy interesantes de visitar son las conocidas como Montañas de luz eterna. También se encuentran cerca de los polos. Su existencia fue propuesta por primera vez por el astrónomo francés Camilla Flammarion en 1879, quien especuló con la existencia de zonas en la Luna que pueden estar iluminadas permanentemente por la luz solar. De acuerdo con las imágenes enviadas por la sonda estadounidense Clementine, se han encontrado cuatro picos de luz eterna en el borde externo del crater Peary, situado cerca del polo norte selenita. La zona de las Montañas Malapert, en el exterior del cráter homónimo, a 122 kilómetros del polo sur lunar, podría tener asimismo iluminación perpetua, según ha descubierto la sonda nipona Kaguya.
Las montañas de luz perpetua
Los picos de luz eterna en la Luna no serían, según los expertos, estrictamente "eternos", ya que la luz solar se vería ocasionalmente bloqueada por la sombra terrestre durante los eclipses lunares (con duraciones de hasta 6 horas). Los lugares confirmados podrían servir para situar futuras colonias humanas, que se encontrarían con una fuente de luz (y por tanto de energía utilizable) constante y temperaturas adecuadas.
La vista más hermosa de todas
Hay otros muchos lugares en la Luna para no olvidar. Pero nos quedamos con la visión más hermosa de todas, el más extraño de los amaneceres: la Tierra emergiendo sobre el horizonte lunar, a una distancia de 380.000 kilómetros Una postal fascinante para enviar a casa desde la Luna. Dicen que es la visión que más sobrecogió a los astronautas, porque, según contaron, da una idea de la intrascendencia del mundo en que vivimos, a escala astronómica, y de que toda la Humanidad comparte un mismo destino en la sobrecogedora inmensidad del Cosmos.