martes, 8 de febrero de 2011

EL LEGENDARIO SANTUARIO INCA DE MACHU PICCHU, EN PERÚ, UNO DE LOS LUGARES MÁS IMPRESIONANTES DE LA TIERRA






























La remota ciudadela, el mayor símbolo de esplendor de un poderoso imperio, quedó deshabitada misteriosamente a finales del siglo XV


Sus palacios y templos de piedra, maravillosamente tallada, permanecieron ocultos durante siglos, engullidos por la selva, hasta que el explorador Hiram Bingham, en 1911, reveló al mundo los esplendores de estas impresionante ruinas

Es una de esas imágenes del mundo que todos tenemos grabadas en la memoria. Y cuando visitamos ese lugar, uno se queda extasiado frente a él. Hay “algo” que flota en el ambiente, un misteriosa energía ó a saber qué, que se apodera de nuestros sentidos. Embrujo lo llaman algunos.

Desde que fueran redescubierto el 24 de julio de 1911 por el explorador estadounidense Hiram Bingham, Machu Picchu está considerado como uno de los parajes más fascinantes del mundo. Las ruinas de lo que un día fue un fabuloso asentamiento inca se encuentran a 450 metros sobre el curso del río Urubamba, afluente del Amazonas, a unos 112 kilómetros al norte de la ciudad de Cuzco, a la que los incas consideraban “El ombligo del mundo”. De Cuzco hasta Aguas Calientes, la última población antes de Machu Picchu, se puede ir a pie o a caballo por el Camino del Inca (4 días) o en tren (3 horas). Nosotros decidimos escoger este último medio de locomoción para viajar a través del valle sagrado del río Urubamba y gozar cómodamente de su cautivadora belleza. Después, tras recorrer una serpenteante carretera, con vertiginosas vistas al abismo, llegamos a las mismas puertas de la ciudadela. Nos sorprenden las edificaciones de piedra tan magistralmente construidas que cinco siglos de devastación de la agreste jungla peruana no han perdido más que los techos de paja y caña. Como telón de fondo los redondeados picos de los Andes tapizados de un verde intenso y, frecuentemente, coronados por las nubes. Al final del precipicio, el curso del Urubamba. Algunas llamas pastan en las numerosas terrazas construidas con finalidad agrícola en su día. Arriba, en el cielo, sobrevolando todo este impresionante escenario, algún cóndor que otro planeando en círculo como si vigilara nuestros pasos. Y es que, a fin de cuentas, para el rey de los Andes somos unos extraños en su reino

Machu Picchu (que en lengua quechua significa “Montaña Vieja”) es el nombre contemporáneo de un complejo de templos, palacios y observatorios cuyo enclave era un secreto en tiempo de los incas. Hoy se encuentra en ruinas, pero ha cambiado muy poco desde su construcción. Se cree que fue edificado a mediados del siglo XV por Pachacútec, el fundador del imperio inca. La ruinas de esas magníficas construcciones se encuentran ubicadas en un macizo rocoso, a 2.400 metros de altitud, que une las montañas Machu Picchu y Huayna Picchu (“Montaña Joven”) en la provincia de Urubamba, en la región de Cuzco, Perú. Este enclave era un secreto en tiempos de los incas.

Machu Picchu, además del alto grado de desarrollo arquitectónico que posee, debe gran parte de su deslumbrante belleza al paisaje circundante y a la localización majestuosa de la ciudadela, rodeada de abismos y montañas, en una región fronteriza entre las laderas orientales de los Andes y la selva amazónica. Machu Picchu es indiscutiblemente el símbolo emblemático de un vasto imperio. Inmenso, por las proezas de arquitectura e ingeniería. Su desarrollo condujo al apogeo de una civilización poderosa., el Imperio Inca del siglo XV. Inmenso, por su extensión. Una vasta red de caminos y senderos, llamada Qhapaq Ñan (el “Camino del Soberano”), unía una parte importante de Sudamérica. Aparte de Perú, este camino inca atravesaba cinco países andinos, desde Ecuador hasta Argentina, pasando por Chile, Bolivia y Colombia. Viajar por estos caminos seculares, aún empleados en determinados tramos, supone remontarse hasta los orígenes de una civilización que supo explotar de maravilla un entorno particularmente hostil. Y el Machu Picchu, epicentro de estas redes de organización compleja, ofrece un punto de partida clave para lanzarse a descubrir esta extraordinaria civilización.


El descubrimiento

Cuando Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco) y su reducida tropa llegaron a Perú en la década de 1530, debieron quedarse sorprendidos ante la facilidad con que conquistaron el país. El Imperio inca estaba involucrado en una sangrienta guerra civil, y sus tropas de a pie no eran rivales para los “hombres blancos y barbudos”, los españoles, montados a caballo. En 1536, el soberano inca derrotado, Manco Cápac, huyó de la capital del Imperio, Cuzco, y fundó otra ciudad, llamada Vilcabamba, aquí su dinastía logró sobrevivir otras tres décadas más.

Pese a que hay indicios de que otros exploradores y buscadores de tesoros incas habrían llegado con anterioridad a Machu Picchu, fue el aventurero y profesor de historia en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, Hiram Bingham (1875-1956) quien dio a conocer, en 1911, la existencia de esta joya arqueológica. Su hallazgo se produjo por azar al encontrarse Bingham tras los pasos del último bastión Inca de Vilcabamba, habiendo llegado en el transcurso de esta búsqueda a numerosas ruinas. Pero ninguna satisfizo sus expectativas ya que buscaba la última capital del imperio.

Bingham estableció su campamento base en Cuzco y exploró concienzudamente los alrededores. Tras semanas de recorrer la ribera del río Urubamba, encontró a un campesino, de apellido Arteaga, que, por unas monedas, se prestó a enseñarle unas ruinas en los alto de una montaña próxima. Tras una fatigosa ascensión a través de la espesura de la selva, y teniendo que cruzar peligrosos senderos y frágiles puentes colgantes de cuerda sobre profundos precipicios, la expedición de Bigham llegó a lo que actualmente se conoce como la Tumba Real, y al contemplar por primera vez el gran complejo de edificaciones pétreas que tenía frente a sí, creyó estar por fin en el lugar que tanto había estado buscando.

A pesar de la densa vegetación que las cubría, Bingham advirtió que éstas no eran unas ruinas más. Las murallas de granito blanco lo dejaron asombrado: “Poco a poco, fui tomando conciencia de que tal muralla, con el templo semicircular sobre la cueva, era de tal perfección que podría ser comparada con la mejor obra de sillería del mundo... Casi me quedé sin aliento ¿Qué maravillas y tesoros podrían haber aquí?” La creencia de que se trataba de Vilcabamba le llevó a organizar varias expediciones más para realizar excavaciones e investigaciones, siempre bajo el auspicio de la Universidad de Yale y de la National Geographic Society. En total fueron hallados 173 restos humanos, de los cuales 150 eran de sexo femenino y 23 masculino. Bingham encontró miles de utensilios y herramientas de metal, cerámica, madera y huesos, pero ningún objeto de oro o de plata (parece ser que el lugar había sido saqueado con anterioridad por “huaqueros” o buscadores de tesoros). Más de cuatro mil piezas fueron sacadas del país y trasladadas a la Universidad estadounidense de Yale, donde aún se conservan. Existe, a este respecto, un conflicto de intereses entre dicha universidad y el gobierno de Perú, que exige la devolución de todos los objetos desenterrados por Bingham.

Así quedó revelada al mundo la fabulosa ciudadela de Machu Picchu. Pero no se trataba de Vilcabamba, pues los documentos españoles de la época indican que esta legendaria ciudad estaba en dirección opuesta a partir de Cuzco. Hasta hoy, los expertos no han manifestado una opinión unánime acerca de su emplazamiento exacto.


Un lugar para amarrar el Sol
Machu Picchu se divide en dos sectores – el agrícola y el urbano – que abarcan 20 hectáreas aproximadamente. La zona agrícola presenta andenes y terrazas, que alcanzan hasta los 4 metros de altura, construidos en las laderas de las montañas y de acuerdo a las necesidades que planteaba el terreno. No se descarta la idea de que estas terrazas podrían haber tenido otros fines, aparte del agrícola, como la contención de alguna parte del terreno por fallas geológicas, mejorar la accesibilidad a ciertos lugares, por estética o para favorecer situaciones de defensa militar.

La ciudadela propiamente dicha estaba conformada por templos, palacios, adoratorios, plazas, calles, caminos, hermosas fuentes y viviendas (alrededor de doscientas), que en su momento debieron albergar a una exclusiva casta de nobles y escogidos del Estado Inca. Se cree que Machu Picchu tuvo una población flotante que oscilaba entre 300 y 1.000 habitantes pertenecientes muchos de ellos a una elite, posiblemente miembros de la panaca - un linaje – de Cusi Yupanqui Pachacútec, el noveno Inca, y acllas, mujeres escogidas por su singular belleza para servir al gran Inca o al dios Sol o Inti.

La ciudadela es una obra soberbia, una proeza de planificación urbana, de ingeniería, arquitectura y técnica de construcción. ¿Quién levantó esta sinfonía de piedra? Las formas arquitectónicas son inconfundiblemente incas, pero, por lo demás, sus orígenes están rodeados de un enigma tan denso como las neblinas matutinas que recorren las ruinosa ciudadela. En ese momento la ciudadela queda sumergida en una atmósfera espectral y uno tiene la sensación de que en cualquier momento, en el dintel de una puerta, va a surgir el fantasma de un guerrero inca con adornos de oro y tocado de plumas.

A occidente de la ciudadela se encuentran la Intiwatana, el mausoleo real, con el torreón y la cripta; el palacio real y el templo mayor. La Intiwatana, piedra sagrada dedicada al poderoso Inti, dios del Sol, está tallada en un único bloque de roca granítica que forma parte de la montaña. La palabra Intiwatana significa “lugar para amarrar el Sol” y esa parece haber sido su función principal: servir de parte ritual en las

celebraciones incas donde se buscaba “asegurar” la permanencia del Sol, especialmente en el solsticio de invierno (el 21 de junio, el día más corto del año en el hemisferio austral). Pero también hacía las veces de instrumento científico , ya que podía indicar los solsticios, los equinoccios y los movimiento lunares. Debido a su perfecta ubicación respecto al Sol, el Intiwatana proyecta una sombra distinta cada época del año, marcando el fin de un periodo y el inicio de otro (cosecha y siembra). Desde aquí, los sacerdotes efectuaban observaciones y cálculos que les permitían seguir los movimientos celestes, un conocimiento que les garantizaba respeto y poder .

Al pie del Intiwatana se encuentra el Templo Principal, que se cree fue el más importante recinto ceremonial de la ciudadela. Este edificio tiene sólo tres paredes, faltando la que linda con la Plaza Sagrada. Los muros laterales del templo tienen cinco hornacinas cada uno, mientras que el muro posterior tiene siete, todas de un bello acabado. Detrás del Templo Principal se encuentra la llamada “casa del sacerdote” o “cámara de los ornamentos”, donde se encuentra la famosa piedra de los 32 ángulos. Está considerado como el más perfecto edificio de todo Machu Picchu. Cerca de esta construcción, sobre las terrazas, se halla la cantera de rocas (granito blanco) con las que se construyó la ciudadela.

La ubicación del llamado “Grupo del Rey”, un conjunto de edificios en la parte central de la zona occidental del sector urbano, y el fino acabado de sus muros y diseño de habitaciones, hacen suponer que podría tratarse de la Residencia Real. De las construcciones destinadas a la vivienda esta es la más grande, lujosa y mejor distribuida de Machu Picchu. Su puerta de acceso da a la primera fuente de la ciudadela. Existen 16 caídas artificiales de agua en toda el complejo, unidas por canales tallados en piedra que las surten de agua. Ésta proviene de un manantial en las alturas del cerro que fue canalizado en tiempos de los incas. Los expertos creen que estas fuentes no servían para almacenar el agua ni para su abastecimiento; por el contrario, su función era simbólica y litúrgica, encomendada al culto al agua.

En el sector oriental de la ciudadela se encuentran el Templo del Sol, el mausoleo del este, el Templo de las Tres Ventanas, la Roca Sagrada, el Aqllawasi y el Templo cóndor. El Templo del Sol es una de las más bellas muestras del arte arquitectónico inca. Su construcción principal, el Torreón, en forma de herradura, está erigida con piedras perfectamente encastradas, sin necesidad de argamasa. Durante el amanecer del solsticio de invierno (21 de junio) los rayos del Sol penetran exactamente por la ventana oriental del templo, mientras que durante el amanecer del solsticio de verano (21 de diciembre) la luz solar atraviesa la venta sur-oriental. Por otra parte, el Torreón está construido sobre una gran roca, debajo de la cual, se encuentra una pequeña cueva, tallada en granito macizo. Un trono de piedra y los muros revestidos de baldosas invitan a pensar que fue un mausoleo y que en sus grandes hornacinas podrían haber reposado

las momias de los personajes más importantes de Machu Picchu. Incluso se especula que pudo ser el mausoleo del gran Pachacútec. Puede ser que Pachacútec construyera la ciudadela como lugar de descanso. Al fallecer, la pequeña urbe pasó a ser un santuario para conservar su cuerpo momificado

Junto al Templo del Sol se halla un edificio de dos plantas, el Aposento de la Ñusta, cuyas paredes están leve pero hermosamente inclinadas hacia el interior. La delicadeza de sus acabados y su conexión exclusiva con el Templo del Sol hacen suponer, a juicio de los expertos, que la princesa o escogida del Inca habría tenido sus aposentos en ese lugar.

Otro de los notables edificios de Machu Picchu es el Templo de las Tres Ventanas, ubicado en el lado oriental de la Plaza Sagrada. Una de sus tres fachadas muestras tres misteriosas ventanas trapezoidales con vista al saliente. No se ha encontrado ningun indicio de su posible función. Llama la atención que el edificio está construido con rocas labradas de grandes dimensiones, algo poco usual en toda la ciudadela. Sus grandes bloques poligonales, que encajan perfectamente sin necesidad de mortero, fueron ensamblados como un rompecabezas. Al pie de las ventanas, en la parte externa, Hiram Bingham encontró abundantes restos de cerámica, probablemente ofrendados a la Pachamama (Madre Tierra) en ritos religiosos.

El llamado “Grupo de los morteros” es el complejo más grande de la ciudadela, aunque a pesar de lo cual contaba con una sola puerta de acceso, algo que podría sugerir, según los entendidos, que se trata del Aqllawasi, o casa de mujeres escogidas y dedicadas al servicio religioso y a la artesanía. La edificación incluye una habitación de piedra labrada, en cuyo suelo se encuentran dos rocas talladas en forma de morteros, instrumentos usados por ceramistas. Para algunos estudiosos estos morteros en realidad se llenaban con agua y actuaban como un “espejo astronómico”, al reflejarse los astros en ellos.

El Templo del Cóndor, ubicado en la zona sur oriental del sector urbano, consta de un amplio conjunto de construcciones, de trazo irregular, que sigue el contorno de las rocas. En esta construcción muchos creen ver la figura del cuerpo de un cóndor, parecido que se hace más notorio por la formación rocosa natural que semeja las alas extendidas de este animal. Frente a la formación rocosa hay un patio sobre el que reposa una roca tallada en forma de cabeza de cóndor, completando la figura. En los sótanos de este templo se encontrarían las mazmorras de Machu Picchu, donde se habrían encerrado a los prisioneros dicen que junto a animales salvajes y venenosas, como método de tortura.

Al final de Machu Picchu, coincidiendo con el camino hacia el Huayna Picchu, el punto más alto de observación desde donde puede verse toda la ciudadela como si fuera una maqueta, se halla una plaza rectangular con dos recintos techados. En medio de estas dos construcciones, reposa sobre un pedestal, una impresionante pieza monolítica labrada, conocida como la Roca Sagrada, de tres metros de alto y siete metros de base. Para muchos esta roca, que muestra cierta semejanza con la montaña que se encuentra detrás de ella, “concentra gran poder energético”.

Finalmente, en el lado nor-occidental del Huayna Picchu, está el Templo de la Luna, una imponente y hermosa construcción dentro de una cueva. Muestras del mejor arte inca se aprecia en sus paredes de fina piedra pulida. El camino de acceso al templo, que habría estado dedicado a la veneración de la Luna, recorre abismos y penetra en una zona de densa vegetación selvática.

El misterioso abandono
El hecho más asombroso para los visitantes actuales de esta fabulosa ciudadela-santuario es la grandiosidad de la construcción. Los incas no disponían de animales de tiro, no conocían la rueda ni el hierro, y a pesar de ello erigieron monumentos grandiosos con enormes bloques de piedra, algunos de hasta 100 toneladas de peso, magníficamente labrados sin ayuda de herramientas de hierro, pero encastrados con un ajuste tan perfecto que no es posible ni siquiera introducir el filo de una navaja entre las juntas.

Es característico de la arquitectura incaica el modo en que están cortadas las piedras, en ocasiones con múltiples facetas – hasta cuarenta – que ajustan a la perfección. formando una especie de rompecabezas tridimensional. Se ha comprobado que este tipo de diseño aumenta espectacularmente la estabilidad de los muros de las construcciones incaicas, hasta el punto de que han resistido las frecuentes sacudidas sísmicas que padece Perú, quedando indemnes. En las construcciones de élite la unión de los bloques parece perfecta y ha hecho suponer que no tiene ningún tipo de argamasa o mortero; pero de hecho sí lo tiene, es una fina capa de material aglutinante que se encuentra entre piedra y piedra aunque es invisible por fuera.

¿Cómo lograron los incas semejante proeza en la construcción? El problema de la mano de obra quedaba resuelto con el trabajo de los prisioneros de guerra. Ahora bien, ¿cómo lograban cortar y pulir el duro granito en bloques tan grandes sin poseer herramientas apropiadas? A pesar de ello, lo cierto es que, aunque parezca increíble, los incas vencieron todo tipo de dificultades. El cronista Inca Garcilaso de la Vega, nacido en Perú e hijo de un español y una princesa inca, escribió en 1609 “que los incas daban forma a los bloques de construcción golpeándolos con piedras negras, sin cortarlos”. El esfuerzo de estas realizaciones en una sociedad sin herramientas de hierro (sólo conocían el bronce, mucho más blando) es asombroso.

Hay secretos de esta sorprendente civilización que sólo esperan a ser desvelados. ¿Dónde se encuentra el oro de Machu Picchu? ¿Cuál fue el motivo de la repentina despoblación de la ciudadela?

Hiram Bingham halló muchos objetos de piedra, bronce, cerámica y obsidiana, pero ninguno de oro y plata. Y no obstante, debieron existir en Machu Picchu riquezas fantásticas, comprables al menos a los hallados en el Templo del Sol en Cuzco, donde edificios tenían paredes completamente recubiertas de oro y donde incluso en el jardín había reproducciones en oro de mazorcas de maíz y de otras plantas. Parece probado

que los españoles nada tienen que ver, pues nunca pisaron Machu Picchu. Los españoles no escatimaron esfuerzos por llegar a todo lugar habitado de Perú y proceder a un inventario completo antes de apoderarse de aquello que tenía valor para ellos, pero no se ha encontrado ni un solo documento de la época que haga referencia a Machu Picchu. Algunos investigadores señalan que la ciudadela-santuario quedó deshabitada a finales del siglo XV, antes de la llegada de los españoles. Epidemias, exterminios en masa u otros infortunios son algunas de las causas que se barajan para explicar el repentino abandono. Aunque el verdadero motivo de la imprevista despoblación de la ciudadela es probable que permanezca para siempre en el misterio.

Machu Picchu está en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1983,como parte de todo un conjunto cultural y ecológico conocido bajo el nombre de Santuario Histórico de Machu Picchu.

El 7 de julio de 2007, Machu Picchu resultó elegida como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.







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