fig. 1
fig. 2
fig. 3
fig. 4
fig. 5
fig. 6
fig. 7
fig. 8
fig. 9
fig. 10
fig. 12
fig. 13
fig. 14
Una de las primeras culturas desarrolladas que habitaron la península Itálica fueron los etruscos. Todavía planean muchos interrogantes en torno a esta espléndida civilización, una sociedad tan refinada y opulenta, al parecer, como belicosa y cruel. Los éxitos militares y el espíritu comercial de los etruscos hicieron que su reino, Etruria, amasara fabulosas riquezas en beneficio del arte selecto y las costumbres
exquisitas de su opulenta aristocracia.
Antes de convertirse en la dueña del Mediterráneo occidental, gracias a su poderosa flota, la civilización etrusca dominó Roma durante un siglo. Este pueblo de controvertido origen, fascinado por el lujo y la vida de ultratumba, controló el norte y centro de la península Itálica desde el siglo VIII a.C. hasta su caída ante los romanos en el siglo III a.C. Aunque Etruria se convirtió en parte del Imperio Romano, su presencia fue siempre destacada, hasta el punto de que los últimos tres reyes de Roma fueron etruscos. Es más, muchas de las señas de identidad de la civilización romana tienen un claro origen etrusco. Así ocurre con algunos elementos arquitectónicos, como el arco o la bóveda, y símbolos políticos, o con las luchas de gladiadores.
Aunque los expertos son capaces de leer la escritura etrusca, ésta no es comprendida del todo. Por eso sólo es posible conocer la esencia de este pueblo a través de la
visión que nos han transmitido los escritores grecorromanos. Este es el caso del historiador griego Dionisio de Halicarnaso, que
destacó la originalidad de esta civilización, constatando que no
presentaba ningún parecido con otra cultura, ni en su lengua ni
en su forma de vida. Griegos y romanos presentaron a los
etruscos de forma contradictoria, a la vez como piratas
despiadados y como un pueblo sensual y corrompido por la
riqueza y el lujo. En el caso de Posidonio, el historiador-filósofo
del siglo II a.C., achacó su forma de vida tan relajada a la
riqueza excepcional de su país. Una prosperidad económica que
alcanzaron gracias a su fertilidad agrícola y a sus enormes
recursos metalíferos, en particular el hierro, que propició el
desarrollo de una aristocracia que practicaba un estilo de vida
fastuoso, visible en los frescos funerarios.
Los etruscos fueron destacadísimos orfebres y produjeron frescos admirables. Los restos artísticos (pinturas murales -figs. 1, 11, y 12- , urnas cinerarias – fig. 6 –, sepulcros – figs. 7 y 8 -, esculturas – fig. 9 -, máscaras funerarias – fig. 4…) así como los objetos de uso cotidiano (figs. 2 y 10) sugieren que se trataba de un pueblo enormemente próspero, sofisticado, muy religioso pero a la vez también hedonista.
Aunque el arte etrusco, muy relacionado a los rituales funerarios, se vio influido poderosamente por el arte de la Grecia Clásica (fig. 3) y el arte helenístico, presenta características singulares. Ahí están sus peculiares representaciones de la parte superior del cuerpo humano. Los bustos (fig. 5) son prácticamente una invención etrusca y difieren del busto griego; en éste último la persona retratada suele estar idealizada, no así en el genuino busto etrusco.
exquisitas de su opulenta aristocracia.
Antes de convertirse en la dueña del Mediterráneo occidental, gracias a su poderosa flota, la civilización etrusca dominó Roma durante un siglo. Este pueblo de controvertido origen, fascinado por el lujo y la vida de ultratumba, controló el norte y centro de la península Itálica desde el siglo VIII a.C. hasta su caída ante los romanos en el siglo III a.C. Aunque Etruria se convirtió en parte del Imperio Romano, su presencia fue siempre destacada, hasta el punto de que los últimos tres reyes de Roma fueron etruscos. Es más, muchas de las señas de identidad de la civilización romana tienen un claro origen etrusco. Así ocurre con algunos elementos arquitectónicos, como el arco o la bóveda, y símbolos políticos, o con las luchas de gladiadores.
Aunque los expertos son capaces de leer la escritura etrusca, ésta no es comprendida del todo. Por eso sólo es posible conocer la esencia de este pueblo a través de la
visión que nos han transmitido los escritores grecorromanos. Este es el caso del historiador griego Dionisio de Halicarnaso, que
destacó la originalidad de esta civilización, constatando que no
presentaba ningún parecido con otra cultura, ni en su lengua ni
en su forma de vida. Griegos y romanos presentaron a los
etruscos de forma contradictoria, a la vez como piratas
despiadados y como un pueblo sensual y corrompido por la
riqueza y el lujo. En el caso de Posidonio, el historiador-filósofo
del siglo II a.C., achacó su forma de vida tan relajada a la
riqueza excepcional de su país. Una prosperidad económica que
alcanzaron gracias a su fertilidad agrícola y a sus enormes
recursos metalíferos, en particular el hierro, que propició el
desarrollo de una aristocracia que practicaba un estilo de vida
fastuoso, visible en los frescos funerarios.
Los etruscos fueron destacadísimos orfebres y produjeron frescos admirables. Los restos artísticos (pinturas murales -figs. 1, 11, y 12- , urnas cinerarias – fig. 6 –, sepulcros – figs. 7 y 8 -, esculturas – fig. 9 -, máscaras funerarias – fig. 4…) así como los objetos de uso cotidiano (figs. 2 y 10) sugieren que se trataba de un pueblo enormemente próspero, sofisticado, muy religioso pero a la vez también hedonista.
Aunque el arte etrusco, muy relacionado a los rituales funerarios, se vio influido poderosamente por el arte de la Grecia Clásica (fig. 3) y el arte helenístico, presenta características singulares. Ahí están sus peculiares representaciones de la parte superior del cuerpo humano. Los bustos (fig. 5) son prácticamente una invención etrusca y difieren del busto griego; en éste último la persona retratada suele estar idealizada, no así en el genuino busto etrusco.
En cuanto a descubrimientos, acabamos de conocer uno sorprendente, debido a su singularidad. El hallazgo se ha producido en Poggio Colla, un asentamiento etrusco en el valle de Mugello, en Italia. Investigadores del Mugello Valley Archaelogical Proyect han encontrado un pequeño fragmento de una vasija de cerámica, de más de 2.600 años de antigüedad, en la que puede verse a una mujer dando a luz a un niño (fig. 13). La escena muestra la cabeza y los hombros de un bebé saliendo de una madre, que aparece representada con las rodillas en alto y su cara de perfil, un brazo levantado y una larga melena, en forma de cola de caballo, corre por su espalda.
La identificación de la escena fue hecha por el arqueólogo Phil Perkins, de la Open University, en Inglaterra. No se conocían representaciones etruscas del momento del parto Las mujeres etruscas suelen estar escenificadas festejando o participando en rituales, o bien como diosas.
La identificación de la escena fue hecha por el arqueólogo Phil Perkins, de la Open University, en Inglaterra. No se conocían representaciones etruscas del momento del parto Las mujeres etruscas suelen estar escenificadas festejando o participando en rituales, o bien como diosas.
Finalmente, no podemos pasar por alto otra pieza excepcional (fig.14), un extraño busto que puede contemplarse en el Museo del Louvre, en París. Se trata de una figura de terracota, del siglo III o II a.C., que fue adquirida por el dicho Museo hace unos meses en subasta pública. El busto, de 68 centímetros de altura, representa a un hombre joven vestido con toga, marcado en el vientre con una incisión que desvela los órganos del cuerpo. La incisión al nivel del abdomen muestra el conjunto de la anatomía masculina, desde la clavícula hasta la próstata. El corazón, los pulmones, los intestinos, el bazo, un riñón y la vesícula también pueden identificarse.
La pieza proviene de la zona de Canino, donde estuvo ubicada la ciudad etrusca de Vulci, al norte de Roma, y es una magnífica prueba de que los etruscos practicaban la disección y conocían bien la anatomía humana.
Fotos: Exhibits Development Group/Southern Methodist University/Rouillac Cheverny
La pieza proviene de la zona de Canino, donde estuvo ubicada la ciudad etrusca de Vulci, al norte de Roma, y es una magnífica prueba de que los etruscos practicaban la disección y conocían bien la anatomía humana.
Fotos: Exhibits Development Group/Southern Methodist University/Rouillac Cheverny
No hay comentarios:
Publicar un comentario