fig. 1
fig. 2
fig. 3
fig. 4
fig. 6
fig. 7
fig. 8
fig. 9
fig. 10
fig. 11
Al comienzo de la evolución humana, no éramos una especie singular. Tenemos – nosotros y los chimpancés – un antepasado común que nos niega el atributo de ser únicos en el mundo animal, lo que no quiere decir que no lo seamos ahora.
Hace más de tres millones de años, nuestra especie mostraba rasgos notables, como un cerebro relativamente grande. Como consecuencia de una gran mutación genética, se produjo entonces un hecho singular. Nuestros ancestros de aquella época se hicieron bípedos para poder liberar las manos y fabricar herramientas. Esto propició una sociabilidad extraordinaria que les confirió la capacidad de imitar a los demás aprendiendo de ellos.
Durante los tres millones de años siguientes nuestra especie no fue protagonista de ningún hecho tan trascendental como el reseñado. Para un buen número de paleoantropólogos, las especies antecesoras de los linajes de los humanos modernos se originaron en África hace entre 300.000 y 100.000 años. Las pistas proporcionadas por los restos fósiles y los análisis genéticos indican claramente este origen. Fue por entonces cuando tuvo lugar otra trascendental mutación que coincidió con la aparición de la capacidad cognitiva, el nacimiento de las conductas humanas complejas.
Hay una pequeña cueva que está revolucionando los conocimientos que se poseen sobre la evolución de las técnicas empleadas para la fabricación de herramientas, incluso las ideas que se tienen acerca de la evolución cultural de los humanos modernos.
Nos referimos a la cueva de Blombos (fig 2), que se encuentra cerca de Still Bay, no lejos de Ciudad del Cabo, en la costa del cabo sur de Sudáfrica. Está localizada en un acantilado (fig 1), sobre el Océano Índico y hace 140.000 años, en el Paleolítico medio, comenzó a ser habitada por seres humanos anatómicamente similares a nosotros, proporcionándoles seguridad, abrigo y un lugar para relacionarse y dar rienda suelta a su creatividad e imaginación. En aquella época, cuando en Europa estaban todavía los neandertales y los primeros sapiens comenzaban a llegar al Viejo Mundo, los pobladores de Blombos empezaron posiblemente a demostrar una conducta compleja, característica de los humanos actuales.
Se sabe que fueron protagonistas de una revolución asombrosa. Pero ésta no se produjo de la noche a la mañana, sino a lo largo de miles de años, según las evidencias halladas en la cueva, que indican periodos de ocupación relativamente breves separados por largos períodos de desocupación.
Los moradores de Blombos habían dejado de manejar cantos rodados tallados a golpes, como hicieron sus ancestros durante generaciones, para adoptar la talla por presión ayudada por el uso del fuego, una técnica puntera en su tiempo. Hace 72.000 años aquellos sapiens africanos esculpían con esmero sus objetos de hueso (puntas, espátulas…) (fig 6) y sus bifaces (esto es, artilugios líticos con dos caras talladas) (fig 5), que eran transformados en eficientes armas y herramientas. La mayoría de los artefactos encontrados en Blombos (fig 4) son de silcreta, un material duro y resistente, y difícil de trabajar, especialmente cuando se le compara con el sílex.
La sustitución de los cantos rodados, toscos y rústicos, por huesos y piedras transformados por calentamiento fue todo un acontecimiento. En Europa no se consiguió un desarrollo similar hasta mucho más tarde, hace unos 20.000 años. Aquél hito tecnológico prehistórico fue, en realidad, algo más que eso, supuso toda una revolución.
Los expertos sugieren que las poblaciones de Blombos se comportaban según un patrón cognitivo moderno y contaban con las ventajas de algún tipo de lenguaje simplificado. Esos mismos expertos creen que las habilidades de aquellas gentes aparecieron aproximadamente al mismo tiempo que las muestras generalizadas de comportamiento simbólico, otra revolución que solamente se ha dado en nuestra especie.
En Blombos han aparecido grabadas, en dos fragmentos de ocre (fig 8), unas marcas en forma de equis, en una de ellas atravesada por una línea que las divide simétricamente. Estas incisiones fueron realizadas al menos hace 77.000 años y para Christopher Henshilwood (fig 7), responmsable del hallazgo, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, “podrían haber sido realizadas con intención simbólica, con un significado que desconocemos”. Esas piezas de ocre son reconocidas como las obras más antiguas de arte humano, arte abstracto (fig 9).
El último hallazgo que se ha divulgado sobre el particular es que los humanos de Blombos eran capaces de crear decoraciones artísticas y simbólicas desde hace 100.000 años, cuando aún faltaba mucho tiempo para que los sapiens africanos dejaran el continente. Un grupo de investigadores sudafricanos y franceses (fig 3), liderado por el propio Henshilwood, ha encontrado en la cueva un conjunto de herramientas y recipientes que fueron utilizados para crear pigmentos que, presumiblemente, fueron usados con intención simbólica, como decoración en los cuerpos y la ropa, e incluso como protección de la piel.
Al comienzo de la evolución humana, no éramos una especie singular. Tenemos – nosotros y los chimpancés – un antepasado común que nos niega el atributo de ser únicos en el mundo animal, lo que no quiere decir que no lo seamos ahora.
Hace más de tres millones de años, nuestra especie mostraba rasgos notables, como un cerebro relativamente grande. Como consecuencia de una gran mutación genética, se produjo entonces un hecho singular. Nuestros ancestros de aquella época se hicieron bípedos para poder liberar las manos y fabricar herramientas. Esto propició una sociabilidad extraordinaria que les confirió la capacidad de imitar a los demás aprendiendo de ellos.
Durante los tres millones de años siguientes nuestra especie no fue protagonista de ningún hecho tan trascendental como el reseñado. Para un buen número de paleoantropólogos, las especies antecesoras de los linajes de los humanos modernos se originaron en África hace entre 300.000 y 100.000 años. Las pistas proporcionadas por los restos fósiles y los análisis genéticos indican claramente este origen. Fue por entonces cuando tuvo lugar otra trascendental mutación que coincidió con la aparición de la capacidad cognitiva, el nacimiento de las conductas humanas complejas.
Hay una pequeña cueva que está revolucionando los conocimientos que se poseen sobre la evolución de las técnicas empleadas para la fabricación de herramientas, incluso las ideas que se tienen acerca de la evolución cultural de los humanos modernos.
Nos referimos a la cueva de Blombos (fig 2), que se encuentra cerca de Still Bay, no lejos de Ciudad del Cabo, en la costa del cabo sur de Sudáfrica. Está localizada en un acantilado (fig 1), sobre el Océano Índico y hace 140.000 años, en el Paleolítico medio, comenzó a ser habitada por seres humanos anatómicamente similares a nosotros, proporcionándoles seguridad, abrigo y un lugar para relacionarse y dar rienda suelta a su creatividad e imaginación. En aquella época, cuando en Europa estaban todavía los neandertales y los primeros sapiens comenzaban a llegar al Viejo Mundo, los pobladores de Blombos empezaron posiblemente a demostrar una conducta compleja, característica de los humanos actuales.
Se sabe que fueron protagonistas de una revolución asombrosa. Pero ésta no se produjo de la noche a la mañana, sino a lo largo de miles de años, según las evidencias halladas en la cueva, que indican periodos de ocupación relativamente breves separados por largos períodos de desocupación.
Los moradores de Blombos habían dejado de manejar cantos rodados tallados a golpes, como hicieron sus ancestros durante generaciones, para adoptar la talla por presión ayudada por el uso del fuego, una técnica puntera en su tiempo. Hace 72.000 años aquellos sapiens africanos esculpían con esmero sus objetos de hueso (puntas, espátulas…) (fig 6) y sus bifaces (esto es, artilugios líticos con dos caras talladas) (fig 5), que eran transformados en eficientes armas y herramientas. La mayoría de los artefactos encontrados en Blombos (fig 4) son de silcreta, un material duro y resistente, y difícil de trabajar, especialmente cuando se le compara con el sílex.
La sustitución de los cantos rodados, toscos y rústicos, por huesos y piedras transformados por calentamiento fue todo un acontecimiento. En Europa no se consiguió un desarrollo similar hasta mucho más tarde, hace unos 20.000 años. Aquél hito tecnológico prehistórico fue, en realidad, algo más que eso, supuso toda una revolución.
Los expertos sugieren que las poblaciones de Blombos se comportaban según un patrón cognitivo moderno y contaban con las ventajas de algún tipo de lenguaje simplificado. Esos mismos expertos creen que las habilidades de aquellas gentes aparecieron aproximadamente al mismo tiempo que las muestras generalizadas de comportamiento simbólico, otra revolución que solamente se ha dado en nuestra especie.
En Blombos han aparecido grabadas, en dos fragmentos de ocre (fig 8), unas marcas en forma de equis, en una de ellas atravesada por una línea que las divide simétricamente. Estas incisiones fueron realizadas al menos hace 77.000 años y para Christopher Henshilwood (fig 7), responmsable del hallazgo, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, “podrían haber sido realizadas con intención simbólica, con un significado que desconocemos”. Esas piezas de ocre son reconocidas como las obras más antiguas de arte humano, arte abstracto (fig 9).
El último hallazgo que se ha divulgado sobre el particular es que los humanos de Blombos eran capaces de crear decoraciones artísticas y simbólicas desde hace 100.000 años, cuando aún faltaba mucho tiempo para que los sapiens africanos dejaran el continente. Un grupo de investigadores sudafricanos y franceses (fig 3), liderado por el propio Henshilwood, ha encontrado en la cueva un conjunto de herramientas y recipientes que fueron utilizados para crear pigmentos que, presumiblemente, fueron usados con intención simbólica, como decoración en los cuerpos y la ropa, e incluso como protección de la piel.
El hallazgo consiste en dos conchas de moluscos, de las que aún se encuentran en las playas de Sudáfrica con facilidad, y varias piedras de cuarcita, que se utilizaron para machacar el mineral ocre y producir un fino pigmento de color rojo, junto con otros elementos también molidos, como huesos de mamíferos, trozos de piedras, carbón e incluso algún líquido. El resultado se almacenaba en las conchas (fig 10) hasta ser utilizado. Los paleonantropólogos utilizaron la técnica de “luminiscencia óptica estimulada” para determinar la antigüedad de esos materiales (fig 11), que se han datado en 100.000 años.
La recuperación de estos conjuntos de herramientas es una evidencia más sobre el desarrollo tecnológico de los seres humanos africanos en el Paleolítico medio. El nacimiento de la tecnología, el nacimiento del arte, dejan definitivamente de ser europeos.
Fotos: Witwatersrand University
La recuperación de estos conjuntos de herramientas es una evidencia más sobre el desarrollo tecnológico de los seres humanos africanos en el Paleolítico medio. El nacimiento de la tecnología, el nacimiento del arte, dejan definitivamente de ser europeos.
Fotos: Witwatersrand University
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