El explorador estadounidense Hiram Bingham fue quien dio a conocer esta maravilla al mundo
Hoy, 24 de julio, el mundo tiene algo que celebrar. Se conmemora el centenario de uno de los acontecimientos más destacados de la historia de la Arqueología. Fue en 1911, cuando un joven arqueólogo y explorador estadounidense, llamado Hiram Bingham, llega a Cusco, en Perú, con la intención de encontrar la legendaria capital de los descendientes de los incas, Vilcabamba, tenida como baluarte de la resistencia contra los invasores españoles. Tras varios días de recorrer el valle de Urubamba, a uno 112 kilómetros de Cusco, encontró a un campesino, llamado Melchor Arteaga, que se ofreció a enseñarle unas ruinas construidas en una montaña próxima, a la que llamaba Macchu Picchu, nombre de origen quechua que significa “ montaña vieja”.
Hoy, 24 de julio, el mundo tiene algo que celebrar. Se conmemora el centenario de uno de los acontecimientos más destacados de la historia de la Arqueología. Fue en 1911, cuando un joven arqueólogo y explorador estadounidense, llamado Hiram Bingham, llega a Cusco, en Perú, con la intención de encontrar la legendaria capital de los descendientes de los incas, Vilcabamba, tenida como baluarte de la resistencia contra los invasores españoles. Tras varios días de recorrer el valle de Urubamba, a uno 112 kilómetros de Cusco, encontró a un campesino, llamado Melchor Arteaga, que se ofreció a enseñarle unas ruinas construidas en una montaña próxima, a la que llamaba Macchu Picchu, nombre de origen quechua que significa “ montaña vieja”.
un número especial de abril de 1913 de National Geographic
Al grupo expedicionario se les unió Fabián Carrasco, un sargento peruano. Los tres, Bingham, Arteaga y Carrasco, se dirigen hacia el río Urubamba y caminan hasta un frágil puente de madera que los lugareños habían construido con el fin de vadear la estruendosa corriente fluvial. Arteaga sabía que era peligroso, pero Bingham iba literalmente muerto de miedo: tuvo que cruzarlo a gatas, aferrándose con fuerza a cada uno de sus frágiles escalones.
Una vez superado el obstáculo siguieron subiendo por la montaña. Al poco rato, la selva comenzó a causar estragos en el pálido y delgado profesor: el calor y la humedad se hacían insoportables. A medio camino encontraron una choza, donde dos aldeanos los recibieron con agua fresca. Se llamaban Toribio Richarte y Anacleto Álvarez y, según dijeron, vivían allí hace años. Arteaga, como ya había estado en el lugar que Bingham buscaba, no quiso seguir subiendo más e invita al hijo pequeño de Álvarez, Pablo, a continuar con el extranjero
Al grupo expedicionario se les unió Fabián Carrasco, un sargento peruano. Los tres, Bingham, Arteaga y Carrasco, se dirigen hacia el río Urubamba y caminan hasta un frágil puente de madera que los lugareños habían construido con el fin de vadear la estruendosa corriente fluvial. Arteaga sabía que era peligroso, pero Bingham iba literalmente muerto de miedo: tuvo que cruzarlo a gatas, aferrándose con fuerza a cada uno de sus frágiles escalones.
Una vez superado el obstáculo siguieron subiendo por la montaña. Al poco rato, la selva comenzó a causar estragos en el pálido y delgado profesor: el calor y la humedad se hacían insoportables. A medio camino encontraron una choza, donde dos aldeanos los recibieron con agua fresca. Se llamaban Toribio Richarte y Anacleto Álvarez y, según dijeron, vivían allí hace años. Arteaga, como ya había estado en el lugar que Bingham buscaba, no quiso seguir subiendo más e invita al hijo pequeño de Álvarez, Pablo, a continuar con el extranjero
Era mediodía del 24 de julio de 1911. A 2.438 metros de altitud, en la cordillera central de los Andes peruanos, el grupo escala con dificultad, donde lo permitían los imponentes precipicios, la escabrosa montaña de Machu Picchu . Abajo, en la lejanía, los rápidos del Urubamba siguen su curso incontenible hacia el Amazonas. Tras una fatigosa ascensión por la intrincada jungla, el grupo llega, por fin, hasta unas ruinas emplazadas en un repecho de la montaña. Bingham contempla boquiabierto un paraje y un paisaje asombrosos. Allí estaba lo que había buscado con tanto ahínco. A pesar de la densa vegetación que las engullía, advirtió que éstas no eran unas ruinas comunes. De la densa maraña de maleza se adivina un vasto complejo de edificios y unas murallas de granito blanco espectaculares. Las formas arquitectónicas son inconfundiblemente incas. Una ciudad fantasma, inexpugnable, fuertemente defendida por la Naturaleza, oculta al mundo exterior. “Aquello me dejó sin aliento… - escribiría después Bingham -. Era como un sueño inverosímil.”
La creencia de que se trataba de Vilcabamba llevó a Bingham a recaudar fondos para financiar una nueva expedición, que fueron aportados por su suego,. Dueño de las famosas joyerías Tiffany, la Universidad de Yale, en Estados Unidos, donde Bingham trabaja como profesor y la National Geographic Society. El nuevo equipo expedicionario permaneció durante siete meses, en 1912, despejando de maleza la zona, excavando y fotografiando el lugar, sacando a la luz decenas de miles de piezas arqueológicos y momias procedentes de cuevas funerarias. Bingham lo contó todo magistralmente en una edición especial de la revista de National Geographic de abril de 1913.
Pero no se trataba de Vilcabamba., sino de uno de los escasos enclaves incas que eludieron a los conquistadores españoles. Así quedó revelada al mundo la fabulosa ciudadela sagrada de Machu Picchu, joya arquitectónica, cuna de la civilización incaica, reliquia de la magnificencia y esplendor de un poderoso imperio, orgullo del pueblo de Perú, que hoy es considerada una de las 7 nuevas Maravillas del Mundo (ver en este mismo blog “El legendario santuario de Machu Picchu, en Perú, uno de los lugares más impresionantes de la Tierra”, 8 de febrero de 2011).
La creencia de que se trataba de Vilcabamba llevó a Bingham a recaudar fondos para financiar una nueva expedición, que fueron aportados por su suego,. Dueño de las famosas joyerías Tiffany, la Universidad de Yale, en Estados Unidos, donde Bingham trabaja como profesor y la National Geographic Society. El nuevo equipo expedicionario permaneció durante siete meses, en 1912, despejando de maleza la zona, excavando y fotografiando el lugar, sacando a la luz decenas de miles de piezas arqueológicos y momias procedentes de cuevas funerarias. Bingham lo contó todo magistralmente en una edición especial de la revista de National Geographic de abril de 1913.
mejor defendido por la Naturaleza". - H.Bingham
Pero no se trataba de Vilcabamba., sino de uno de los escasos enclaves incas que eludieron a los conquistadores españoles. Así quedó revelada al mundo la fabulosa ciudadela sagrada de Machu Picchu, joya arquitectónica, cuna de la civilización incaica, reliquia de la magnificencia y esplendor de un poderoso imperio, orgullo del pueblo de Perú, que hoy es considerada una de las 7 nuevas Maravillas del Mundo (ver en este mismo blog “El legendario santuario de Machu Picchu, en Perú, uno de los lugares más impresionantes de la Tierra”, 8 de febrero de 2011).
actos de celebración del redescubrimiento
Aunque se ha llevado la fama y la gloria, numerosas evidencias históricas apuntan a que Bingham no fue el descubridor de Machu Picchu. Antes que él, otros ya habían constatado la existencia de la emblemático santuario inca. Lo relevante, lo decisivo, era mostrar y demostrar el valor de esas ruinas, desentrañar su enigmático pasado y darlas a conocer al mundo entero. Y Bingham lo hizo.
Fotos; Hiram Bingham/NGS/Andy Bitterer/Machu Picchu 100 años
Fotos; Hiram Bingham/NGS/Andy Bitterer/Machu Picchu 100 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario