lunes, 18 de julio de 2011

CARA A CARA CON EL PASADO


La coquetería de un rey medieval, la mujer que llegó de la Edad del Hielo y la niña que conoció a Pericles





Un día fueron tan reales como nosotros hoy. Son tres historias y tres vidas que han sido rescatadas de las sombras del tiempo. Eran tres seres sin rostro que, gracias a la tecnología forense más innovadora, han recuperado la fisonomía que tuvieron en vida. Y ahora finalmente podemos mirarles a los ojos y reconocerlos. Ya nos resultan familiares.







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Las investigaciones de un numeroso grupo de especialistas dirigidos desde el Museo de Historia de Cataluña han permitido llevar a cabo una sorprendente reconstrucción facial. Ahora sabemos cómo era el auténtico rostro de un rey medieval, el de Pedro III de Aragón, rey de Valencia, Sicilia y conde de Barcelona, llamado el Grande, que fue hijo de Jaime I el Conquistador.

La tecnología forense ha obrado el “milagro” de recuperar la imagen de un individuo a partir del cráneo del esqueleto. Este caso tiene un doble valor añadido, pues existen escasas representaciones de los reyes de aquella época. Pocas tumbas reales han sido investigadas en el mundo de manera científica, bien porque fueron destruidas o porque son inaccesibles a los investigadores por las restricciones de casas reales o gobiernos.





Los restos parcialmente momificados de Pedro el Grande, enterrados hace más de 700 años, fueron extraídos en 2010 del panteón real del Monasterio de Santes Creus (Tarragona) de la orden cisterciense, la única tumba de la Corona de Aragón de época medieval que no había sido profanada. Investigaciones posteriores han confirmado que el soberano era un hombre fuerte y sano, que falleció prematuramente a los 45 años. Tenía la cara alargada y una mandíbula prominente, y era muy alto para los estándares de su tiempo, 173 centímetros. La sorpresa ha llegado tras los análisis químicos realizados a los restos de los pelos de la barba del monarca, que han permitido identificar la existencia de tratamientos a base de productos cosméticos, en concreto la presencia de una sustancia procedente de la planta de la retama, lo que indica que Pedro III se teñía el pelo de rubio.

Los análisis han confirmado que los restos fueron embalsamados. El cuerpo conserva rastros de piel, musculatura e incluso podría albergar parte de algún órgano. El rey no descansaba en un ataúd sino directamente en una suntuosa bañera de pórfido romana. El rey, que nació en Valencia en 1240 y murió en la localidad barcelonesa de Vilafranca del Penedès en 1285, fue enterrado con el pelo totalmente rapado y los tejidos que le envolvían eran de muy buena calidad.




La Mujer de Las Palmas

No tenía más de 50 años de edad cuando la Mujer de las Palmas falleció a finales de la última glaciación. Unos 10.000 años después sus restos, unos de los esqueletos más antiguos de América, fueron hallados por unos buceadores en el cenote de Las Palmas, una cueva inundada situada cerca de Tulum, en la costa oriental de la Península de Yucatán, en México.






Debido al excelente estado de conservación del esqueleto, que fue encontrado prácticamente completo, expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México han podido recrear la apariencia física de esta mujer de la Edad del Hielo. La réplica muestra a una mujer de entre 44 y 50 años, 152 centímetros de estatura y unos 58 kilogramos de peso. La mujer era robusta, de cara ancha, pómulos prominentes, labios delgados y escaso pliegue epicántico – piel del párpado superior – que caracteriza a los ojos de numerosas poblaciones modernas de Asia. En la réplica, la mujer aparece vestida con una túnica tejida que le cubre hasta las rodillas.

Lo sorprendente de la Mujer de Las Palmas es que su fisonomía no corresponde con las características de las poblaciones indígenas mexicanas y tampoco a los pobladores más antiguos de América, como los paleoamericanos y los amerindios. La estructura corporal, la piel y los ojos de aquella mujer se asemejan más, al parecer, a los de los habitantes de zonas del sureste de Asia, como Indonesia.





Lo cierto es que la Mujer de Las Palmas se ha convertido en una pieza clave para entender los orígenes del poblamiento de América. Una de las teorías sobre la llegada del ser humano al continente americano es que éste fue poblado por migraciones procedentes del norte de Asia que atravesaron el Puente de Beringia, un puente de tierra o amplio territorio que abarcaba Siberia (Asia), Alaska (América) y la mayor parte del actual mar de Bering, que se formó en dos momentos de la última glaciación debido al descenso de los océanos, donde actualmente se encuentra el estrecho de Bering.
El estudio de la Mujer de Las Palmas refuerza la hipótesis de que al continente americano no sólo llegaron movimientos migratorios del norte de Asia (estepas siberianas), como sostiene una de las teorías más divulgadas, sino también del centro y del sur.




La niña que conoció a Pericles

Myrtis no era muy diferente de las demás niñas de su edad. Tenía el cabello castaño, tirando a rojizo, la nariz recta, unos grandes ojos castaños y los dientes superiores ligeramente prominentes.



Myrtis fue una de las numerosas víctimas de una devastadora epidemia de fiebre tifoidea que acabó con un tercio de la población de Atenas en el siglo V a.C., durante el segundo año de la Guerra del Peloponeso, entre ellos Pericles, el influyente político y oradorla de la Grecia clásica. La plaga mortal. sembró de tumbas la ciudad y llevó a sus ciudadanos a arrojar a los muertos en fosas comunes olvidándose de sus ritos



Myrtis apenas tenía 11 años cuando murió y fue enterrada en una fosa común junto a otras 150 personas. Su cráneo fue hallado durante unos trabajos de excavación. El perfecto estado de conservación del cráneo fue la razón principal que impulsó a Manolis Papagrigorakis, de la Universidad de Atenas, a llevar a cabo una reconstrucción facial con el fin de recuperar la imagen de la niña a partir del cráneo, la mandíbula y los dientes. Los científicos utilizaron un sofisticado programa informático en 3-D, desarrollado en la Universidad de Manchester, usado habitualmente por los antropólogos forenses en los procesos de reconstrucción facial de las momias egipcias.

El grupo de Papagrigorakis analizó los restos de ADN presentes en la dentadura de tres cadáveres de la fosa común elegidos al azar. Los análisis realizados han permitido a los investigadores concluir que los sujetos fallecieron a causa de la fiebre tifoidea, al hallar en los dientes examinados restos de la Salmonella typhi, la bacteria responsible de la infección

Se trata de la primera reconstrucción de la fisonomía de un ateniense que se intenta con la ayuda de las modernas tecnologías. Posiblemente no fue Mytis, “mirto”, su verdadero nombre, pero los científicos se han decantado por él, por ser un nombre muy común entre las jovenes de la época. El grupo de investigación ha señalado también la posibilidad de que algún rasgo de Myrtis pueda ser ligeramente diferente a como fue en realidad, dada la dificultad de reproducir las partes blandas de la cara, como la nariz y las orejas. Con todo, el trabajo está ahí y, una vez más, tenemos la oportunidad de estar cara a cara con el pasado.

Fotos: Museo de Historia de Cataluña/ Instituto Nacional de Antropología e Historia de México/O. Panagiotou

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