Nuestras historias familiares tienen un alcance tan corto que apenas sabemos algo de nuestros tatarabuelos y nada si nos remontamos a la quinta generación, la de nuestros trastatarabuelos. Estamos aislados de nuestro pasado por la brevedad de nuestras vidas y por los insondables abismos de tiempo que nos separan de nuestros orígenes. Y sin embargo, cien mil generaciones atrás nuestros ancestros eran aún reconociblemente humanos. La inmensa mayoría de ellos son simples fantasmas. No tienen nombres, ni rostros…
Elisabeth Daynes es una prestigiosa escultora francesa que ha querido satisfacer nuestra curiosidad por saber qué aspecto tuvieron, en realidad, algunos de los principales protagonistas de nuestra historia evolutiva. A partir de los fósiles de huesos, ha creado extraordinarias reconstrucciones de los seres, a tamaño natural, que nos han hecho como somos y que vivieron hace miles e incluso millones de años atrás. El trabajo de Daynès combina investigación científica, innovación tecnológica y grandes dosis artísticas para obtener unas figuras con un realismo que casi asusta, que parecen devolver de nuevo a la vida a nuestros predecesores olvidados. Las réplicas son tan fidedignas que están presentes en museos de todo el mundo. Y ahora, por fin, podemos mirarles a los ojos y reconocerlos. El resultado es asombroso. En su momento fueron tan reales como nosotros hoy. Son tan importantes que no estaríamos aquí de no haber sido por ellos. Es más, la respuesta a quiénes somos se encuentra en esas esculturas, y en lo que representan cada una, esperando.
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