científicos divulgadores naturalistas
más conocidos de la televisión
más conocidos de la televisión
Una pajera de ácaros copulando hace 40 millones de
años. La hembra, a la izquierda, posee una
diminuta almohadilla que le permitía
aferrarse al cuerpo de su compañeroaños. La hembra, a la izquierda, posee una
diminuta almohadilla que le permitía
(clic en la imágenes para ampliar)
Confieso que el ámbar siempre me ha fascinado. Esta resina embalsama todo lo que toca. Podemos pensar que el pasado se ha perdido para siempre. Sin embargo, el ámbar preserva los secretos de mundos perdidos en los abismos del tiempo
La resina, al escurrir sobre la corteza de troncos y ramas, llegó a atrapar burbujas de aire, gotas de agua, partículas de polvo o pequeños seres vivos como plantas y animales, que datan de hace decenas de millones y que van desde insectos, gusanos, hormigas, arañas, mosquitos, abejas, termitas, mariposas y libélulas hasta lagartijas y escorpiones Sus restos han llegado hasta nosotros prácticamente incólumes, conservándose incluso bacterias, material celular y hasta fragmentos de ADN. El ámbar es una cápsula del tiempo. Gracias a ella los científicos disponen de una gran cantidad de información de la vida remota, incluso de especies ya desaparecidas.
La noticia viene ahora. Los investigadores Pavel Klimov y Ekaterina Sidorchuk, del Museo de Zoología de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, tras examinar un trozo de ámbar del Báltico, de 40 millones de años de antigüedad, descubrieron algo sorprendente. En la resina aparecen dos ácaros pertenecientes a una especie ya extinta. Lo curioso no son los animales, sino lo que estaban haciendo, que no era otra cosa que apareándose. Cuando se encontraban en plena cópula, la pareja de ácaros fue sorprendida, no por una hembra, o un macho, rival, sino por una gota de resina que preservó el gozoso momento para la eternidad.
Pero lo más sobresaliente de este hallazgo, según los investigadores, no es la representación sexual en sí misma, sino la evidencia mostrada acerca del papel de cada cual en el apareamiento. Al parecer, los ácaros hembra de hace 40 millones de años decidían “dónde” y “cómo” gracias a una pequeña almohadilla, adosada en su parte trasera, que les permitía aferrarse al cuerpo de los machos y dirigir la cópula. Los machos, en cambio, carecían de la estructura especializada para aferrarse a las hembras Esto contrasta con el comportamiento reproductivo actual de muchas especies de ácaros en donde casi todos los aspectos del apareamiento son controlados por los machos.
Llevar el control sobre los asuntos de apareamiento implica obtener ventajas evolutivas. Por eso la batalla de los sexos no ha cesado ni un momento a lo largo de la dilatada historia de la vida en la Tierra.
La resina, al escurrir sobre la corteza de troncos y ramas, llegó a atrapar burbujas de aire, gotas de agua, partículas de polvo o pequeños seres vivos como plantas y animales, que datan de hace decenas de millones y que van desde insectos, gusanos, hormigas, arañas, mosquitos, abejas, termitas, mariposas y libélulas hasta lagartijas y escorpiones Sus restos han llegado hasta nosotros prácticamente incólumes, conservándose incluso bacterias, material celular y hasta fragmentos de ADN. El ámbar es una cápsula del tiempo. Gracias a ella los científicos disponen de una gran cantidad de información de la vida remota, incluso de especies ya desaparecidas.
La noticia viene ahora. Los investigadores Pavel Klimov y Ekaterina Sidorchuk, del Museo de Zoología de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, tras examinar un trozo de ámbar del Báltico, de 40 millones de años de antigüedad, descubrieron algo sorprendente. En la resina aparecen dos ácaros pertenecientes a una especie ya extinta. Lo curioso no son los animales, sino lo que estaban haciendo, que no era otra cosa que apareándose. Cuando se encontraban en plena cópula, la pareja de ácaros fue sorprendida, no por una hembra, o un macho, rival, sino por una gota de resina que preservó el gozoso momento para la eternidad.
Pero lo más sobresaliente de este hallazgo, según los investigadores, no es la representación sexual en sí misma, sino la evidencia mostrada acerca del papel de cada cual en el apareamiento. Al parecer, los ácaros hembra de hace 40 millones de años decidían “dónde” y “cómo” gracias a una pequeña almohadilla, adosada en su parte trasera, que les permitía aferrarse al cuerpo de los machos y dirigir la cópula. Los machos, en cambio, carecían de la estructura especializada para aferrarse a las hembras Esto contrasta con el comportamiento reproductivo actual de muchas especies de ácaros en donde casi todos los aspectos del apareamiento son controlados por los machos.
Llevar el control sobre los asuntos de apareamiento implica obtener ventajas evolutivas. Por eso la batalla de los sexos no ha cesado ni un momento a lo largo de la dilatada historia de la vida en la Tierra.
Fotos: BBC/E.Sidorchuk
No hay comentarios:
Publicar un comentario