jueves, 5 de mayo de 2011

EL MISTERIO DE LAS MOMIAS OCCIDENTALES DE CHINA

El desierto de Taklamakan




Momia del "Hombre de Cherchen"



La momia conocida como la "Belleza de Xiaohe"



Detalle del rostro de la "Belleza de Xiaohe"




Bebé momificado



(clic en todas las imágenes para ampliar)



Se pueden contar con los dedos de una mano los descubrimientos de esta naturaleza que se producen cada siglo. Y éste es realmente extraordinario y al mismo tiempo desconcertante. Muchísimo antes de la llegada al lejano Oriente de Marco Polo e incluso del inicio de la legendaria Ruta de la Seda, la comunicación más antigua entre el Este y el Oeste, ya había gentes, de rasgos físicos no asiáticos, poblando un inhóspito y remoto territorio del noroeste de China, que se conoce como “la zona prohibida para la vida”. Se cree que llegaron allí en embarcaciones desde regiones tan diversas como Europa, la antigua Mesopotamia o incluso India.

Desde el 1700 hasta el 300 a. C., la cuenca del Tarim, que forma parte del desierto de Taklamakán, estuvo habitada por gentes que llegaron de fuera de China. Hubo un tiempo que estos parajes desolados eran verdes. Hoy, es el segundo mayor desierto de arena del mundo. Sus dunas podrían casi enterrar la mitad de la península Ibérica. Por todos lados, altas cordilleras enmarcan este mar de arena, impidiendo la llegada de nubes.

Un clima semejante favorece la conservación de restos arqueológicos: enterradas en el desierto se ocultan urbes milenarias, cuando había agua y las caravanas de la Ruta de la Seda bordeaban el Taklamakán, Gracias a la sequedad extrema, los hallazgos sepultados (ruinas, pinturas en las paredes, objetos de madera, incluso vestidos de seda, hierbas medicinales, documentos escritos y momias humanas naturales) están excelentemente conservados. Algunos tesoros arqueológicos fueron encontrados por aventureros, como los exploradores y arqueólogos suecos Sven Hedin y Folke Bergman o el británico Sir Aurel Stein, en el siglo pasado. Pero se les escaparon muchos hallazgos. Llenar estas lagunas es la meta de las modernas investigaciones.

Las momias de hombres, mujeres y niños encontradas en la cuenca de Tarim poseen unos rasgos claramente occidentales, como piel clara, pelo castaño o rubio, ojos redondos y narices largas. Cada uno de los cadáveres deshidratados estaba enterrado en un ataúd, en forma de embarcación, con un ajuar funerario especial. Al pie de cada barco-ataúd había, clavado en la arena, un poste de madera, de unos cuatro metros de altura. Las momias conservaban aún la ropa con la que fueron enterradas. Había sombreros con plumas, grandes capas de lana con flecos, botas de cuero, incluso prendas de ropa interior. Además, cada ataúd contenía ofrendas funerarias, tales como cestas, máscaras talladas y restos de efreda, una planta leñosa que pudo ser utilizada con fines medicinales o para rituales.

La técnica de datación por carbono 14 ha revelado que la parte más antigua de este cementerio tiene unos 3.980 años de antigüedad. El ADN de las momias, por su parte, ha desvelado su identidad genética. Parece ser que aquellas gentes poseían una ascendencia mixta, una mezcla entre europeos y siberianos, y que probablemente llegaron fuera de China. De hecho, todas las momias varones analizadas contaban con un cromosoma Y, que actualmente se puede encontrar en Europa del este, Asia Central y Siberia, pero raramente en China.

Entre las momias halladas en la cuenca del Tarim se encuentra el “hombre de Cherchen”, un varón de unos 55 años, de rasgos no asiáticos, que vivió en torno al año 1000 a.C. Junto al hombre de Cherchen, que se encontró acostado boca arriba, con la cabeza apoyada sobre una almohada y las piernas flexionadas, había otras momias de tres mujeres y una de un bebé. Junto a este último se encontró el que se considera el biberón conservado más antiguo del mundo, confeccionado con piel de oveja, y también varios objetos de bronce, que acreditan que este pueblo fue el que introdujo en China esta aleación metálica.. El niño, vestido con una lana color granate, lleva un gorrito azul también de lana. En los ojos le pusieron dos pequeñas piedras del mismo color -quizá lapislázuli- y su cuerpo está firmemente amortajado por dos cuerdas de lana entrelazadas de color azul y rojo que le da cinco vueltas.

La “Belleza de Xiahoe”, de 3.800 años de antigüedad, es otra de las momias que destaca por su extraordinario estado de conservación. Pertenece a una mujer, de 1,55 metros de altura y de rasgos occidentales, que conserva aún sus pestañas. En su pelo, adornado con una pluma de ave, y en las cejas se encontró un chinche, así como múltiples liendres y piojos. Sus pulmones habían inhalado mucho humo y filtrado mucho polvo de arena, prueba de que las tempestades de arena, tan comunes hoy en el desierto de Taklamakan, ya eran frecuentes entonces. Sus órganos internos, su piel tatuada, su ADN, sus zapatos con señales de haber sido remendados en múltiples ocasiones, han sido analizados escrupulosamente.

Hallazgos todos ellos fascinantes que podrían obligar a reescribir la historia sobre las relaciones Oriente – Occidente. La idea de que China ha sido una cultura aislada del resto del mundo durante milenios, encerrada en sí misma y autosuficiente, también se tambalea.

Fotos: Wang Da-Gang

No hay comentarios:

Publicar un comentario