Una España que quiere dejar atrás el gobierno ZP, crisis económica, empobrecimiento, el precio de la gasolina en la estratosfera, el euribor y la cesta de la compra ni te cuento, guerras y revoluciones en el mundo árabe… ¡Viva la alegría! En fin, somos nada. Y ahora menos aún al conocer la noticia que, desde el punto de vista genético, valemos menos que una pulga. Vamos para no levantar cabeza.
Bromas aparte. Es verdad. Una humilde criatura, la pulga de agua, un crustáceo casi microscópico que vive en lagos y estanques, contiene en su patrimonio genético unos 31.000 genes, mientras que el ser humano tiene 21.000. Lo han comprobado investigadores del Centro de Genómica y Bioinformática de la Universidad de Indiana, en Estados Unidos. Estos científicos han descifrado el ADN de la pulga acuática y se llevaron la sorpresa de su vida al constatar el enorme número de genes contenido en su genoma llamativamente pequeño para tal cantidad de información genética. La pulga de agua contiene más material genético en su ADN que el ser humano, pero apiñada en un receptáculo – el genoma – 15 veces menor que el del hombre.
En su día supimos que la dotación genética del ser humano es casi semejante a la del Caenorhabditis elegans, un gusano que tiene un milímetro de longitud y 19.000 genes. Descubrimientos sorprendentes que nos llevan inevitablemente a preguntarnos si somos la “especie elegida”, el colofón inevitable de la evolución, o simplemente una más de las múltiples manifestaciones de la vida.
Nosotros los humanos somos la “especie más evolucionada”, biológica y socialmente hablando, de todos los seres vivos, pasados y presentes. Dada que ésta parece ser una firme convicción general, entonces lo que resulta evidente es que esa supuesta superioridad evolutiva no depende del número de genes. La diferencia debe residir no en la cantidad, sino en la calidad de los mismos.
Fotos: Jan Michels/ Paul D.N. Hebert
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