En un remoto rincón de Tanzania, al sur del lago Natrón, se eleva una asombrosa montaña volcánica, de 370.000 años de antigüedad, llamada “Ol Doinyo Lengai”, que es lugar de peregrinaje para el pueblo masái, quien la considera hogar de “Eng’ai”, su única divinidad, la «montaña del Dios». Su lava es la más fluida del mundo, y también la más fría, con temperaturas de sólo 590 grados centígrados. Esa lava fluye negra en el día, arde con un rojo intenso en la noche, y se torna blanca al entrar en contacto con el agua. Lo más espectacular de todo es que las fuentes de lava se solidifican en el aire como si fueran alas de piedra para luego, en pocas horas, hacerse añicos como el cristal, un fenómeno que ha sido captado por los fotógrafos Carsten Peter y Tineke Speelman. Frágiles como castillos de arena e igual de efímeras, estas insólitas formaciones son el resultado de las únicas coladas de carbonatita sódica que se conocen.
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